Casi una hora después, Regina suspiró cansadamente mientras entraba a su casa, sus ojos rodaron por la sala, la cocina y el comedor al seguir de pie frente a la puerta cerrada.
-… Otra vez no está— mencionó para ella misma.
Las lámparas de los burós estaban encendidas, iluminando cálidamente la sala, la luz de la cocina alcanzaba a iluminar también el comedor, dando una sensación acogedora al encontrarse todo en perfecto orden, pero faltaba él.
—Últimamente llega bastante tarde— mencionó Regina al colgar sus llaves y colocarse la mano en el cuello para relajar sus músculos mientras entraba; dijo esto, sin ser consciente que se acostumbraba a una vida en pareja con el joven rubio de fríos ojos azules.
Estaba a punto de subir las escaleras para terminar una de las tareas que no alcanzó a realizar, cuando escuchó la puerta del coche del rubio cerrarse en la calle…, volteó a ver sabiendo que no tardaría en entrar.
Los ojos azules del chico de cabello rubio se fijaron en ella al apenas cer