88. Un salto de fe
Andrea apretó el volante con fuerza mientras se acercaba al hospital, el aroma del café y el té de hierbas que compró a petición de Cassandra le estaba revolviendo el estómago por los nervios.
Y es que no estaba segura de cómo iba a saludar a Javier después de recibir semejante respuesta al mensaje:
“Huiste antes de que te hiciera mía y que me repitieras esas palabras, mirándome a los ojos mientras te llevaba al clímax”
Ya no sabía cuántas veces lo había leído ya, pero cada vez incrementaba la anticipación y la ansiedad.
Bajó del auto y respiró hondo, intentando calmar el remolino de emociones en su interior.
«Puedes hacerlo, Andrea», pensó para darse valor.
—Es hora de dejar de huir —dijo esta vez en voz alta y tomó su bolso, la bandeja con los cafés y se dirigió a la entrada.
El sonido de sus tacones resonó en el pasillo mientras se acercaba a la sala de espera y se miró en el reflejo de una de las paredes acristaladas por última vez, aprobando lo que veía. De repente, una man