—Ser una buena o mala mamá es únicamente tu decisión —la separó ligeramente. Sus ojos se encontraron en ese momento. Los de la mujer, humedecidos, rojos, hinchados. Los ojos del hombre con una sabiduría que traspasaba los años.
—Quiero serlo —musito débilmente. Su voz, un susurro que apenas pudo ser escuchado.
—Entonces ya está —dijo él con seguridad, como si no necesitara escuchar más para saber que sería un hecho—. Serás la mejor mamá del mundo porque así lo has decidido.
—No es tan fácil —bajó la cara. No confiaba en sí misma.
—Lo es. ¿Y sabes por qué?
Verónica negó, queriendo conocer los motivos que le hacían sentir esa certeza. Una certeza que no compartía.
—Porque no estarás sola —acarició con su pulgar el contorno de sus ojos, limpiando sus lágrimas con suavidad—. Porque quiero que me permitas ser su papá.
La mujer se mordió el labio inferior, pensando, analizando sus opciones. Una crianza compartida significaba que estaría ligada a Rodrigo de por vida. Ser padres, ese era un v