El viaje hacia la mansión Dubois fue silencioso. Valeria sacó su móvil y le escribió un mensaje de texto a Rodrigo explicándole que ya todo estaba bien y que iba en vía a la casa para buscar a las niñas.
El hombre, desconfiado, le respondió:
[¿Estás segura?]
Pero la pregunta era: ¿lo estaba?
A estas alturas no sabía qué creer. Se habían dicho muchas cosas. Sin embargo, el resultado de esa conversación seguía siendo confuso.
Cuando el auto se estacionó, Valeria fue la primera en bajarse. No esperó a que Enzo abriera la puerta ni a que dijera una palabra más. Necesitaba ver a sus hijas, abrazarlas, asegurarse de que estuvieran bien. Todo lo demás podía esperar. Todo lo demás, honestamente, ya no importaba tanto.
Subió los escalones de la mansión Dubois con determinación. Abrió la puerta y el sonido de risas infantiles fue lo primero que escuchó.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Mamá… —la voz aguda de Evangelina fue la que la alertó primero. La niña corrió hasta ella y, segund