—Enzo, ¿de verdad no piensas hacer nada? —insistió su madre.
Rodrigo Miller, al notar que la mujer no parecía caer en cuenta de la legalidad del procedimiento, cerró el portafolio y dio un paso al frente mostrándose imperturbable.
—Entiendo su desconcierto, señora, pero todo lo aquí presentado es completamente legal —trató de sonar amable—. El señor Ernesto Dubois, fundador de este grupo, dejó por escrito, notariado y sellado, que el treinta por ciento de las acciones serían asignadas a sus nietas: Gabriela, Evangelina y Celeste Dubois. La madre de las menores, Valeria Muñoz, fue nombrada representante legal de dicho paquete accionario hasta que las niñas cumplan la mayoría de edad.
—¡Eso es una mentira podrida! —gritó Olivia, con el cuerpo temblando de indignación. Que Ernesto hubiera hecho eso sin consultarle le parecía incluso peor que una infidelidad—. ¡Ernesto nunca habría hecho algo así! ¡Jamás!
—La documentación está registrada en la notaría tercera de Lyon y en el registro me