—Erick, por favor… —retrocedió hasta que tocó la puerta con la espalda—. Vete.
—No me voy a ir. —dijo el hombre tomándola del brazo—. ¿Te vas a casar con él sabiendo que no lo amas? ¿Sabiendo que cada vez que te toca piensas en mí?
—Suéltame… —le molestaba mucho que tuviera razón en eso último, pero no se lo haría saber.
Sin embargo, Erick en lugar de hacerle caso, abrió la puerta de su departamento con la llave que ella ni siquiera vio sacar y la empujó dentro del mismo, cerrando de un portazo.
—Dime que no lo amas —exigió, pegándola contra la pared—. Mírame a los ojos y dímelo.
—Erick, por favor…
La respuesta era que no, no lo amaba. Pero decírselo no ayudaría en nada a la decisión que ya había tomado. Se casaría con Francisco Velazco porque era la mejor decisión.
—No pretendas decirme que lo quieres porque sabes bien que no es cierto —y dicho esto la besó.
La besó de esa manera que había estado anhelando desde que estuvieron encerrados en aquel baño. Lento, con rabia, con hambre,