Laura quedó perpleja. ¡¿Qué pretendía hacer Miguel?!
El chofer, muy perspicaz, estacionó el auto a un lado del camino y bajó, cerrando la puerta tras de sí.
Don Miguel parecía querer divertirse afuera. ¡Quién diría que don Miguel podría ser tan atrevido!
Una vez que la puerta se cerró, Miguel jaló a Laura hacia sus brazos y soltó una risita maquiavélica.
—Ahora que el chofer se bajó, ¿podemos empezar?
Laura tardó unos segundos en reaccionar.
—¡Acabo de comer y estoy muy llena, no puedo hacer ejercicio! ¡Si vomito ensuciaré el auto!
Dijo de inmediato lo primero que se le vino a la mente para evitarlo.
Miguel la miró con los ojos entrecerrados.
—Laura, ni siquiera nos hemos divorciado y ya estás guardándote para Santiago. ¿Qué pasa? ¿Ya acaso, no quieres la medicina para tu abuela? ¿O que tu amiga tenga su estudio? Ah, y tu querido Santiago... ¿quieres que su nuevo bufete de abogados cierre?
La amargura en su voz era evidente.
Laura sintió un fuerte escalofrío recorrer su espalda.
Migue