Hablo un poco hasta que uno de los gemelos aparece mostrándose a una distancia prudente que me comprueba que no se necesita tocarse para poder derretir a una persona de tanto deseo.
— Estas aquí. — susurra él.
— Aquí estoy.
— Lo siento, nos quedamos dormidos con la bebé.
— Me di cuenta, fui a verlos y los encontré dormidos. — susurro.
— Yo… me voy a descansar. — dice Óscar marchándose, mientras yo veo en el pecho de ese hombre que tanto debilita mi voluntad.
El anillo que en un tiempo pensé perdido, yace sobre su pecho unido a una cadena que no brilla tanto como su piel desnuda frente a mí.
— He venido aquí porque me gustaría que tuviéramos una cena familiar.
— ¿Quieren quedarse a cenar? — pregunto mirando su pecho.
— No, quiero que salgamos a comer los cuatro.
— ¿Cuándo?
— ¿Es posible que sea hoy? — pregunta él.
Intento recordar porque quiere justamente que sea hoy y trago duro al saber que he olvidado algo importante. Por lo que, me ruborizo.
— Es nuestro cumpleaños. —