—¿Qué has dicho? —preguntó Libi. No creía lo que Irum acababa de decir.
—Que no vas a salir de esta habitación y no vas a conocer a nadie.
—¿Te avergüenzas de mí?
Era la explicación más simple y obvia para ella. Pese a lo mucho que había avanzado su relación, al anillo de compromiso y a que podía decidir sobre las compras, Irum se avergonzaba de ella y la consideraba indigna de ser presentada a su padre.
—No tengo tiempo para darte explicaciones ahora.
—Nunca tienes tiempo para explicar nada.
—Confía en mí, ¿de acuerdo?
No tenía más opción. Irum fue con su padre y ella a la cocina. No iba a quedarse encerrada con lo hambrienta que estaba.
Pepa seguía sin aparecer. No le agradaba del todo, pero fue a ver como seguía.
—Estoy un poco mareada, nada más. Necesito descansar unos minutos —le dijo la mujer desde el interior de la habitación.
Conchita volvió a la cocina. Se la quedó mirando unos instantes y siguió con sus labores. Libi agradeció que no le hubiera preguntado nada, estaba seg