No salieron esta vez de la boca de K palabras cargadas de tibieza como «tranquilízate», «se positiva» o la peor, «todo estará bien». La ingenuidad que había en él se había quedado en el sótano y sus vapores nauseabundos.
—La señal del teléfono de Libi cuando te envió ese mensaje la ubica a pocos metros del edificio de HK —dijo él, que repartía su atención en cuatro pantallas a la vez.
—Es la empresa de Irum. Siempre tiene que estar metido en todo. ¡Cuanto lo detesto!
En la pantalla superior izquierda, K empezó a rastrear la posición del teléfono de Irum también. Actualmente ambos teléfonos estaban apagados.
—¿Será que ese infeliz se la llevó de nuevo? —Lucy no perdió tiempo y llamó a Alejandro—. ¡¿Cómo?!... ¡¿Cuándo?!... No... ¡¿Qué?! No lo sabía... Bien. Si te enteras de algo más, por favor, avísame.
—¿Irum se la llevó? —preguntó K cuando Lucy terminó su llamada.
—Alejandro dice que ella se lo llevó a él, que llegó amenazando con una pistola y que antes de eso estuvo en la cár