Una característica propia de los Klosse, por lo que Libi estaba descubriendo, era que tenían eficientes métodos para averiguar lo que querían. Los intentos de Irum por evitar que ella y su padre se conocieran habían fracasado miserablemente. El hombre sabía de ella y había ido a buscarla a su casa.
Todavía sorprendida lo invitó a pasar. El viaje en el ascensor se le hizo interminable y el espacio muy pequeño. Su imagen en el espejo le pareció espantosa y quiso morirse. El hombre iba impecable de pies a cabeza y ella con el cabello enmarañado y la ropa ajustada de entrenamiento. Esperaba no apestar a sudor y que él la hubiera olido.
El hombre se sentó en el pequeño salón de Libi, mirándola con expresión indescifrable. Ella se disculpó un momento y regresó con ropa más decente, peinada y con un té que le ofreció.
—No esperaba conocerlo tan pronto. Es un placer para mí.
—Francamente yo no esperaba conocerte nunca. No sé qué le pasa a Irum últimamente, tal vez sean secuelas de su accident