Capítulo 59- El Lugar donde debo estar Parte 7

Aunque no estamos en el mismo parque de siempre, siento la familiaridad del señor Eardwulf y Shawn al mismo tiempo. Encuentro un columpio y le hago señas para sentarse también mientras tomo vuelo con mis piernas.

—Dijiste que podía habla contigo si necesitaba que alguien me escuchara. —Digo finalmente rompiendo el hielo— Ahora lo necesito más que nunca.

Él no responde. Pero entiendo sin necesidad de palabras que me escucha.

—La verdad es que desde el momento en que desperté en el hospital, siento que todo está al revés, como si algunas piezas no encajaran. En mis sueños suceden cosas tan reales que me cuesta creer que no hayan sucedido y recuerdo lugares que nunca he visto antes.

—Incluso si te pierdes en la niebla, las imágenes y fondos existen. —Responde y sonrío con nostalgia, es Shawn.

—Es lo mismo que dice mi interior. Que estoy en medio de una gran masa de niebla espesa y gris.

— ¿Entonces por qué te aferras a esa masa de niebla?

—Porque en esa masa de niebla… no estoy sola.

—Puedes estar rodeada de muchas personas, Madre.  No importa cuántas sean, solo pocas las podrás contar con los dedos de tus manos como verdadera compañía.

—Pero entre esas personas está la única que he deseado ver por mucho tiempo.

—A veces la nostalgia puede ser la peor niebla—Dice sin voltear a verme.

Me columpio un poco y veo hacia el cielo. Finalmente amaneció.

— ¿Eres feliz con esta realidad? ¿Es lo que realmente deseas?

—Ya no estoy tan segura de que es real y qué no, tampoco si soy feliz.

— ¿Y qué deseas?

—Desearía que ambas lo fueran.

—Entonces será como tú deseas.

—Ella quiere verme casada. Era su único sueño.

—Si es lo que quieres, sabrás tomar la decisión correcta.

—Asiento mientras continúo columpiando mis piernas.

Extiendo mis piernas y las doblo, siempre me ha gustado la sensación de balancearme en el aire como si pudiera volar y alcanzar el cielo,  luego me detengo, finalmente me percato de algo. El señor Eardwulf no tiene olor y el aire no me da la sensación de frío ni calor. En cuanto volteo a mi lado el columpio está vacío.

¿Acaso lo imaginé? 

Que extraño, tengo la sensación de que es lo más real que vivido desde que desperté en el hospital. 

"Será lo que tú desees" fueron sus palabras.  En mi corazón sé que algo no encaja pero aceptar ese hecho significa perderlo todo.

Debo decidi entre una realidad sin ella, extrañándola con un vacío hasta mis huesos deseando a cada momento poder retroceder en el tiempo o una realidad con ella viva pero casada con alguien a quien no amo para que pueda vivir tranquilamente.

Si este fuera mi sueño entonces algún día tendré que despertar, sin embargo, quisiera estar con ella un poco más. Y si esta fuera la realidad tampoco me gusta del todo. De nada sirve que yo sea feliz si los demás a mi lado son desdichados como Sarah.

—No sé qué hacer.

***

“Candy” es un nombre que me inquieta y me pone en alerta de solo escucharlo, sin embargo algo en mi interior me dice que la razón de ello no es precisamente por mi padre.

Frente al espejo me veo a los 22 años con un muy incómodo vestido escotado, demasiado llamativo y con partes transparentes de mal gusto.

El vestido es tan corto que parece más el vestido de una dama nocturna o hostess que el de una novia en el altar. Aunque le dije al señor Collins que no es de mi agrado, él insistió que fue lo que se eligió por las prisas cuando no vine a seleccionarlo por mí misma.

—Haré la prueba de maquillaje y peinado—Dice una mujer que juraría haber visto en otro lugar antes—Creo que se te verá mejor el cabello suelto.

Comienza a hacerme distintos peinados sin convencerle ninguno hasta que selecciona una de trenza con cabello suelto. Aunque mi cabello es mucho más corto, lo llena con adornos de flores.

“Te haré ver como en el festival de la cosecha”

— ¿Festival?

— ¿Dijo algo, señora de Collins? —Siento un escalofrío con esa forma de dirigirse a mí con un apellido que ni siquiera he asimilado.

—Beckham está bien. Voy a conservar mi apellido de soltera.

Entonces lo veo reflejado ahí, Harvey Collins quien no parece estar de acuerdo con lo que acaba de escucharme decir.

—Vicky, déjanos a solas un momento.

—Sí, Harvey. — La mujer le dirige una mirada seria y sale de la sala privada en la boutique de novias.

En el espejo es más claro algunas expresiones y veo que el señor Collins echa un vistazo a su trasero antes de salir por la puerta y le dice algo en voz baja.

—No recuerdo haber acordado que no tomarás mi apellido cuando seas mi esposa.

—Quisiera conservar el apellido de mi abuela y de mi madre. —Contesto sin mostrarme asustada—Hoy en día no es obligatorio esos cambios.

—Parece que tu abuela no logró educar a su nieta adecuadamente pues no respeta los deseos de su futuro esposo. —Se acerca con sigilo como una serpiente escabulléndose hasta poder atrapar al ratón o en mi caso un conejo como suele llamarme—Entonces tendré que educarte yo.

El reflejo del espejo comienza a zumbar en mi cabeza y veo mi cabello mucho más largo como cuando tenía 18 años, llevo una ropa que me hace sentir desnuda a la mirada de ese hombre como ahora solo que no es un vestido de novia sino un traje escotado como conejita de casino. Sus manos están en mis hombros mientras su mirada afilada me relame desde el espejo.

—Sé que este vestido no es de tu agrado. Pero tenías que desobedecer y faltar, ¿no es así?

¿Lo hizo adrede?

—Si eres obediente y me complaces yo también haré lo posible por complacerte, Candy. —Toma mi barbilla y contempla su gran obra maestra de sumisión frente al espejo —Incluso un conejo requiere de disciplina de vez en cuando.

—Señor Collins, ya le dije que solo fui a buscar al ex novio de mi mejor amiga para que se reconcilien.

—Por supuesto, es lo que vimos tu abuela y yo con ese lobo malo abrazándote.

—Yo…

—Tu abuela se decepcionó mucho de ti. —Veo en su reflejo a alguien peligroso, no parece un príncipe encantador como dicen todos—No querrás causarle un disgusto que la lleve al hospital de nuevo ¿o sí?

Quisiera responderle algo sarcástico sin embargo mi voz no sale como deseo y solo respondo con afirmativas.

—Sí, señor Collins.

—Te ves hermosa, Candy. No puedo esperar a la noche de bodas.

Entonces saca de su bolsillo una ropa interior blanca como hilo dental con perlas.

—Esto es lo que vas a llevar debajo del vestido.

Asqueroso. Bastó una noche en que me tacharon de una cualquiera para que revelara sus verdaderos colores. Quisiera decirle lo mucho que me desagrada pero mi garganta permanece cerrada.

—No creas que soy un pervertido, querida Candy. Es disciplina, te estoy castigando porque volviste a ver a ese lobo malo que quiere un bocado de lo que es mío.

¡Por supuesto que lo es!

—Tu abuela casi tuvo que parar al hospital esa noche. Me suplicó que te diera otra oportunidad y acepté con algunas condiciones.

—No hice nada con él esa noche.

—Lo abrazaste, incluso dejaste que te tocara las mejillas y eso fue traición, Candy.

—Lo siento, hice mal, no volveré a hacerlo… por favor.

—No, Candy. Te traté como una princesa conejo y me fallaste. Ahora eres mi conejo de cacería hasta que aprendas que no puedes hacer lo que desees sin el permiso de tu esposo.

“¿Qué tal una palabra que empieza con “N” termina en “O” seguido por un “nunca en la vida”?”

La voz en mi cabeza resuena como un momento vívido en mi memoria.

—Disculpa, querida. No hago esto para torturarte, de hecho eres tan preciosa para mí que te protegeré como una joya… solo no provoques mis celos ni alteres mi confianza.

—Señor Collins, prometo ser obediente.

¡No, yo no prometo nada! ¡No voy a ser la marioneta de otro soquete!

—Eso dice tu boca, el fuego que se asoma en ese ámbar precioso aún me quiere desafiar. —Dice mientras de nuevo escucho voces suyas que no dice mientras me toma del cuello.

“PERRA”

“¡RECOGE ESO!”

“¡SI NO TE ENTREGAS A MÍ TE HARÉ LA VIDA UN INFIERNO!”

Él no ha dicho nada como eso sin embargo es su voz fuerte y clara en mi mente.

Cuando intenta meter su mano bajo mi escote, tomo el spray para el cabello y lo rocío en sus ojos. En cuanto cubre su rostro tomo su saco y corro hacia la salida.

Abro la puerta y justo en ese instante veo a Martha quien me hace señas de seguirla.

Una vez estamos lejos de esa tienda me ve con molestia.

—Es la última vez, conejita. No soy caridad para salvar personas sin algo a cambio.

Asiento aunque no entiendo nada.

¿Qué quiere decir con eso? Nunca me ha salvado ella, ¿o sí?

—No podré detenerlo por más tiempo.  Si no lo encuentras pronto, la vida de tu lobo me pertenecerá. ¿Quieres eso?

— ¿Lobo?

—Tus otros yo lo dedujeron mucho más rápido solo que no fueron lo suficientemente inteligentes para disimular.

—No entiendo…

—Busca a tu guardián, llámalo por su nombre. Solo así podrás ponerle fin a esta m****a.

Esto es demasiado confuso.

—Si no logras recordar quien eres en realidad, te quedarás aquí para siempre, Conejita. Date prisa antes de que te encuentre.

Martha me pone algo en la mano y desaparece después de decir eso. Es imposible que las personas se desvanezcan.  Abro mi mano y veo su contenido, es una pulsera. Tiene un color rojizo que me resulta familiar.

 —Japa… mala…

Sale de mi boca aunque no recuerdo cuándo aprendí esa información.

“Consigue los preceptos” escucho una voz distante resonar en mi cabeza la cual sacudo hasta que deja de molestar.

Un japamala, creo haber escuchado hace tiempo de un tema parecido. “Es un rosario, conejita si repites tu deseo y aplaudes…"

Si esta no fuera la realidad entonces, perderé lo más importante para mí.

—A veces la nostalgia es la peor niebla. —Repito las palabras que dijo el señor Eardwulf o más bien ese lobo al que yo llamé por el mismo nombre que deseaba para mi primer hijo…

En la calle se encuentra cerca el cementerio. Trago saliva y apretando con fuerza las perlas del rosario en mi mano camino firme hasta el otro lado, no hay coches ni nada que me impida ir hacia allá.

Me asomo entre los pasillos del mausoleo donde están todos los difuntos que fueron cremados, busco entre fotografías cuyo rostro parece una mancha negra hasta que encuentro a la única que tiene un rostro claro y visible. La fotografía de mi abuela y una caja con sus cenizas dentro de una vitrina se muestra tal y como la recuerdo.

“Marigold Beckham- Seguirás floreciendo en mi interior”

Trazo con mi mano su rostro y comienzo a temblar. Los recuerdos que he querido negar están ahí, las visitas al hospital y también…

Salgo corriendo del edificio, si acepto esa realidad no volveré a verla ¡No quiero perderla de nuevo! Me tropiezo con la lápida deteriorada de mi madre y le reclamo por primera vez en mi vida.

— ¡¿Por qué tuviste que morir?! ¡Mi abuela comenzó a marchitarse cuando te fuiste! ¡Incluso en sus últimos días se olvidó de mí y me llamaba por tu nombre!

Como no estaba segura si ese día mi abuela me reconocería a mí o me confundiría con mi madre usaba, su vestido para visitarla en el hospital. Era algo demasiado doloroso para mí, los últimos dos años mi abuela comenzó a olvidar pequeños detalles hasta que un día me llamó “Camelia” ¡Es injusto! ¡Ni siquiera pude despedirme de ella como su nieta!

Toco su tumba, aquella con el epitafio de mal gusto. Y mi angustia se detiene por un momento cuando veo con detalle el mensaje oculto entre esas tortuosas palabras.

Finalmente encontré la respuesta que buscaba.

[Camelia Dawson -Fuerte ante los golpes de la vida, nunca a los de su esposo]

Ese epitafio no lo escribió alguien que disfruta del dolor ajeno, tampoco por alguien de mal gusto, fue elegido por la aflicción de alguien que no pudo soportar su pérdida.

Fragmentos de mi memoria de nuevo florecen en mi interior, puedo sentir la voz de mi abuela quien aún no perdía la memoria por su enfermedad.

“Cadenza ¿Sabes por qué te digo así?”

—Es por Cadence en Italiano ¿cierto? —Mi voz se funde con los recuerdos.

“No, querida. La Cadenza es el momento en que un instrumento musical tiene la oportunidad de brillar por sí mismo.”

“También es el ritmo que puede cambiar y entregar un final que complementa armoniosamente a una composición. Tu eres esa secuencia final, Cadence”

—Abuela… —Digo apretujándome el pecho y reprochando por haberme olvidado de algo tan importante yo también.

“Tu madre y yo, tu bisabuela y quizá todas las mujeres antes en la familia, todas elegimos mal a los hombres que dejamos entrar en nuestra vida. Cuando tu madre eligió a ese hombre bueno para nada me pregunté si era una maldición a la que estábamos condenadas todas las mujeres. Entonces elegí ponerte Cadenza porque deseo que tú seas quien rompa esa cadena de malas decisiones. “

—“Pero en el registro civil pusieron Cadence en su lugar. Es lo mismo pero en inglés, da igual cómo lo escriban, porque tú eres mi esperanza.” —Me enjugo las lágrimas que no son calientes ni frías, tampoco se sienten húmedas.

“Tu padre es un mal hombre”

Fue mi abuela…

“Cadenza, prométeme que elegirás a un buen hombre”

Ella eligió ese epitafio como un mensaje para mí así como las futuras mujeres en la familia.

Escucho las pisadas de alguien y las reconozco de inmediato. Es ese ser indeseable que ha estado jugando con mi mente y mis recuerdos.

—Así que de nuevo me desobedeces…

Viro la cabeza sin disimular mi molestia cuando lo veo ahí.

Harvey Collins, el socio de mi padre.

— ¿Acaso esa es forma de ver a tu futuro esposo?

—Deja de mentir, maldito desquiciado. —Respondo levantándome del suelo.

— ¿Acaso es una mentira lo mucho que deseas cumplir lo que no pudiste por tu abuela? ¿No era tu deseo estar con ella?

— ¿Cadenza?

Mi abuela aparece detrás de ese demonio con apariencia de ángel.

— ¿Quieres perderla de nuevo por un disgusto?

—Sabes que esa no es mi abuela.— Digo con fastidio.

—Por supuesto que es tu abuela, traje su alma especialmente para que se reuniera contigo.

No es posible… ¿Tiene el alma de mi abuela? ¡Está demente!

—No me obligues a reiniciar todo, Candy. Ya he tenido que matar a 25 Cadence antes. Sería una lástima que mi versión favorita tenga que morir también.

Maika Maese

¡25 veces ha fallado! Cady tendrá que tomar la última decisión. ¡Un capítulo para el final del acto 1!

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