EMILIA
La habitación giró un poco. O tal vez solo fue el recuerdo que se estrelló contra mis sienes al escuchar su voz de nuevo. Era una enorme casualidad ver a Adam de nuevo.
El chico de la secundaria con el que había cursado los tres años. Era de esos encuentros en los que dejas de ver a alguien que conociste en la adolescencia y en la etapa adulta los vuelves a encontrar. Lo recordaba demasiado bien. Y por su mirada, él también a mí.
— Qué coincidencia —. Repitió él, con esa sonrisa educada que usas cuando estás rodeado de gente que no debe saber lo que realmente piensas.
Yo asentí, apenas.
— Sí, qué pequeño es el mundo —. Logré decir, forzando una sonrisa mientras mi mirada se deslizaba lentamente hacia Brandon.
Él me observaba con un gesto indescifrable. No de celos. Ni de sospecha. Era algo más parecido a un análisis. Como si tratara de encajar una pieza que no sabía qué faltaba.
— Ca**ray, Brandon. Cuando me dijiste que tu esposa se llamaba Emilia, no pensé que se tratara de l