El viento gélido golpeaba fuertemente su rostro, y sus manos, aun así, sudaban y temblaban. Pero no era miedo lo que sentía la loba, sino expectativa.
La loba apenas podía respirar correctamente mientras se deslizaba fuera de la propiedad Villin y se sumergía en la oscuridad del bosque.
La loba caminó bajo la protección de la oscuridad de la noche y sintió un gran alivio cuando, al llegar al final del sendero, vio la silueta del hombre que la aguardaba.
Nimério se acercó a la figura envuelta en sombras y preguntó:
—¿Eres el receptor?
El hombre asintió, pero no reveló su rostro.
Nimério sabía que lo que estaba haciendo era muy arriesgado, y si lo descubrían, él y toda su familia morirían. Pero tenían que irse, no podían quedarse más bajo el yugo del clan Villin.
El hombre sacó de su bolsillo un paquete de color marrón y lo abrió frente al macho.
El brillo del collar que robó centelleó a pesar de la escasa luz, y rápidamente el receptor lo tomó.
—¿Es suficiente para comprar las espadas