CRYSTAL
Mi cuerpo adolorido golpea constantemente la jaula en la que voy, mientras las ruedas pasan por un camino difícil. Pegada al último rincón, puedo ver la otra carreta que viene detrás de nosotros, iluminada únicamente por una antorcha con la llama danzante por la brisa de la noche. Hace poco que oscureció; aún seguimos dentro del territorio de la manada, pero estamos en los límites de la frontera. Más adelante, nos detuvimos. El hombre que me compró abrió la reja, sacándome de allí hacia mi nuevo destino. Otra jaula más grande, tirada por dos caballos, nos espera ya llena de varias mujeres. —Vayan a hacer sus cosas rápido, porque luego de eso se tendrán que aguantar. La otra mujer y yo nos miramos unos segundos antes de escondernos detrás de algún árbol. Subí la falda de mi vestido, bajando mi prenda íntima. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver la sangre fresca que la manchaba. Cerré los ojos y permití que ese calor cargado de odio se extendiera por mi cuerpo. El llanto se detuvo, las lágrimas se secaron y, al abrir los ojos, pude percibir el cambio. Puse mi mano en la tierra, aquella que me vio crecer, movida por algo desconocido que me impulsó a hacerlo. —Pagarán por el daño que me hicieron. Cada lágrima, cada desprecio, cada golpe desde mi infancia será cobrado con una venganza tan devastadora como un huracán. Me han arrebatado lo más preciado de mi alma, pero me han regalado el arma de su destrucción. Una pulsación blanca cubrió la tierra a mi alrededor, como un destello de luz que se expandió, iluminando incluso los árboles más allá de mi vista. Caí al suelo retrocediendo cuando, por fin, salí de aquel trance, escuchando los latidos acelerados de mi corazón, mirando cómo entre las hojas secas del suelo comenzaba a cristalizarse la humedad. El mismo bosque pareció cambiar, haciéndose más frío, más denso, con aires helados que me hacían temblar. ¿Qué demonios fue eso? —Traigan a las mujeres, tenemos que irnos. —Sea lo que haya sido, debemos movernos. Me levanté rápido, apenas logrando subirme la braga; en un segundo ya tenía una mano agarrándome fuerte como tenaza para llevarme de regreso hacia la jaula. Todos estaban nerviosos, asustados, preguntándose qué había sido eso, y yo no era la excepción. «Thea, dime qué fue eso», pregunté a mi loba. «No lo sé, Crystal, pero es mejor mantenerlo oculto». Una vez dentro de la jaula, me acomodé en algún pequeño espacio, mirando a las muchas mujeres con la cabeza baja, aceptando su cruel destino. ***** Estuvimos viajando por varios días; ninguna podía moverse o estirarse. Dormíamos sentadas, siendo tratadas como animales. Apenas nos daban de comer o de beber, y nos sacaban una sola vez al día para hacer nuestras necesidades; de resto, teníamos que aguantarnos. Al caer la noche, por fin se podía ver a lo lejos, al pie de una montaña escarpada, el vestigio de una mansión con muros que cubren sus alrededores. Una vez que llegamos, nos bajaron de la carreta, seleccionándonos como simple ganado para luego meternos en bodegas diferentes. Y allí estaba yo, caminando entre las más estropeadas y abandonadas, buscando algún rincón solitario donde pudiera sentarme y seguir viviendo mi duelo. Me acomodé entre unos barriles, ignorando el olor de la humedad y la madera podrida, recostándome contra la pared para abrazarme a mí misma. Una parte de mí quería resignarse a esto, pero otra luchaba con rebeldía por querer escapar y vengarse. —Una Omega queriendo escapar de su destino, eso es nuevo de ver. Giré mi cabeza en esa dirección, una esquina oscura donde una silueta se mueve haciendo sonar varias cadenas. Ella se acerca hacia la luz, dejándome ver su rostro cubierto por una especie de máscara de hierro; sus manos llevan cadenas pesadas, al igual que sus piernas. —Pronto tendrás una oportunidad, así que aprovéchala bien antes de que la oscuridad te atrape entre sus garras. —¿Qué quieres decir? —pregunté inquieta. —Tic Tac. Astra, Tic Tac. ¿Astra? Gritos, gruñidos y aullidos comenzaron a alzarse de un momento a otro para alertarnos de un ataque. Pronto, en medio del caos afuera, la puerta de la bodega donde estábamos se abrió; varios hombres vestidos de negro entraron, dirigiéndose directamente a la chica con la que acababa de hablar. —Tic Tac Omega, corre o él te encontrará. Salieron llevándosela a rastras, dejando la puerta abierta y ahí vi mi oportunidad de escapar. Salí al exterior, tratando de ignorar la sangrienta escena que me rodeaba. Me mezclé con las demás, huyendo de los lobos, tratando de esquivar los ataques que cobraron la vida de muchas. Un aullido poderoso, retumbando con fuerza en mis oídos, me hizo detenerme en seco, sintiendo cómo un escalofrío me recorre la espalda. No era la única congelada en el lugar; ahora solo se escuchaban los gruñidos de los lobos que vienen con ese Alfa. Me giré lentamente para poder verlo, esperando que tal vez fuera mi salvación, pero cuando lo vi, supe que posiblemente estaba muerta. Un lobo negro imponente, con una bruma oscura saliendo de su pelaje, tiene sus ojos rojos fijos en mí, mostrándome los colmillos, manteniéndome paralizada de miedo mientras camina hacia mí. Trato de moverme, huir, pero mi cuerpo no reacciona, ni siquiera Thea lo hace. Él es el Alfa más temido de la historia, el Alfa maldito, un cruel hombre que puede destruirte solo porque sí, y ahora yo… yo era su objetivo. De pronto, hubo un estallido; la mansión voló en pedazos, esparciendo escombros y afilados hierros por todas partes. Caí al suelo cuando algo impactó en mi cabeza, haciendo que perdiera la noción del tiempo por unos segundos. Alguien me levantó del suelo, no supe quién; solo sé que comencé a caminar en medio de mi aturdimiento. Otro estallido cerca de nosotras me hizo volar por los aires, en dirección contraria, cayendo con un golpe sordo, escuchando un pitido en mis oídos mientras trato de luchar contra la inconsciencia. En medio de todo el ruido, escuché gruñidos de dolor, un cuerpo pesado moviéndose detrás de mí, una bruma oscura acariciando mis piernas de una forma escalofriante. Giré lentamente para ver a mi peor pesadilla a escasos centímetros de mí, luchando contra un hierro que se le había clavado en el estómago. Esta era mi oportunidad de escapar, pero en cambio me quedé allí, mirándolo luchar, tomando la decisión más estúpida de mi vida. O tal vez la segunda más estúpida. Me acerqué a él, con todo el cuerpo hormigueando por ese espeso humo que me envolvía como un manto. Sus ojos rojos me sacudieron por completo, pero ahí seguía yo, avanzando hacia él hasta que mis manos tocaron el hierro. —Pu…pue…puedo ayudarte—, con las manos temblando a más no poder, saqué aquel hierro oxidado. Su aullido hizo doler mis tímpanos y ahora solo espero que no venga por mi cabeza. «No, no hagas eso, Crystal, o estaremos muertas». Quería dejarlo ahí, a que se recuperara solo, pero no podía; algo en mí tiraba para que lo ayudara. Coloqué mis manos en su herida, dejando que aquel poder que tanto ocultaba saliera. Mis manos brillaron con una tenue luz blanca, iluminando la sangre que mancha su pelaje. Es irónico que pueda sanar a los demás y no a mí misma. El lobo se quedó quieto, siempre su mirada en mí, con la amenaza escrita en su aura dominante que estaba por asfixiarme. Comencé a sudar, puntos negros manchando mi visión. Esto es más de lo que nunca he dejado salir de esta rareza de mí. Me alejé cuando lo creí necesario; tampoco era tonta para ponerme en bandeja de plata al enemigo, aunque literalmente ya lo estaba. Cuando alejé mis manos, mi cuerpo fue arrojado al suelo por esa bestia, enjaulándome con su gigantesco cuerpo. Mi vestido fue rasgado con sus garras, dejando mis pechos y mi piel al descubierto. Gruñó a escasos centímetros de mi rostro mientras todo mi cuerpo temblaba y las lágrimas de resignación se precipitaban sobre mis mejillas. Iba a morir.CRYSTAL Sus garras volvieron a alzarse a la altura de mi corazón, así que solo cerré los ojos, esperando el dolor que acabaría con mi vida, pero fue todo lo contrario. Los volví a abrir cuando sentí sus afiladas uñas deslizarse suavemente en mi pecho, bajando con lentitud por mi abdomen. Este empezó a brillar con símbolos y círculos que desconozco, siguiendo la misma senda que él. Desde mi corazón hasta mi ombligo, esas formas se iluminaron hasta que él quitó su toque. Todavía estaba sorprendida, con mi pecho subiendo y bajando debido a la agitación, intentando comprender qué había sido todo eso. Varios aullidos resonaron a la distancia, poniendo al lobo sobre mí, tenso con toda esa bruma agitada. Golpeó el suelo con fuerza con una de sus patas, gruñendo de forma obstinada, hasta que sus ojos se encontraron nuevamente con los míos. Retrocedí en un intento inútil de huir; tal vez me dejaría con vida por haberlo salvado… —¡Ahhhh!— grité cuando el dolor desgarrador se exte
CRYSTAL Me acomodo el cabello para que no se vea tan desaliñado después de las miserables horas que pasé el resto de la madrugada. Unos ojos celestes con grandes ojeras me regresan la mirada cansada, sin poder dormir después de casi caer desmayada por el dolor de su traición. Esa pequeña voz de mi conciencia me dice que de pronto no me reconoció, pero es el maldito príncipe, claro que lo hizo. Suelto un suspiro tembloroso, secando las lágrimas de tristeza y rabia. ¿Por qué todo lo malo tiene que pasarme a mí? ¿Por qué no soy suficiente para nadie? ¿Por qué? Dejo mis pensamientos atrás para salir de mi pequeña seguridad y pararme en la puerta justo a tiempo. Los tacones esta vez suenan apresurados, lo que me indica que será un largo día. —Si ayer no quise errores, hoy mucho menos. Esta celebración es importante porque da la bienvenida a los dos grandes Alfas; la Reina no quiere errores, así que cuidado. ***** La mañana pasó agitada, yendo y viniendo de un lugar a otro
CRYSTAL Observo el camino por el que voy, dejando atrás los grandes árboles de verde intenso. Mis ojos se mantienen enfocados en el suave movimiento de sus copas, cuando la brisa las acaricia. Mi mente está en blanco; me siento vacía de cualquier emoción. Es como si hubiesen apagado todo en mí. Solo soy una cáscara rota a la que todos rechazan y desechan, sin nada de valor. Mi cuerpo permanece entumecido por las largas horas de viaje en esta carretera, donde todo lo que he recibido es un poco de agua y un pedazo de pan viejo. Me abrazo a mí misma, y no porque sienta frío, sino por buscar un consuelo que no siento. Alzo la mirada hacia algo más allá de nosotros, moviéndose entre el límite del bosque. Un lobo se mueve con sigilo entre los árboles; sus ojos brillan entre las sombras y su pelaje marrón le da un perfecto camuflaje a la vista.No se acerca, es como si solo se estuviera asegurando de algo. Los hombres que hablan de cualquier cosa no parecen percatarse de él, pero yo s
CRYSTAL Estaba satisfecho con mi respuesta; podía verlo en su sonrisa retorcida, con aquel brillo juguetón en su mirada. —Ven aquí —ordenó, señalando el lugar donde estaba hace unos segundos. Me solté del marco, respirando por la boca, antes de avanzar con pasos temblorosos hasta quedar frente a él. Tomó mi brazo, sacando la venda para ver su mordida. Su pecho vibró ante la risa ronca que brotó de él, seguramente admirando lo que me hizo. —Te ayudaré con eso, ya no la necesitas; ahora estás en mis manos. —¿Q… qué quieres decir? —Solo fue una marca temporal para saber dónde y cómo encontrarte. ¿Qué? Todas mis preguntas se bloquearon al ver que cortaba su muñeca con una de sus garras; la sangre roja pronto brotó de la herida, goteando hasta la tierra. —Bebe. Abrí los ojos, negando con la cabeza e intentando alejarme de él, pero fue más rápido. Me tomó con fuerza de la nuca, inclinando mi cabeza, haciendo mucha presión hasta el punto en que solté un pequeño grito de do
CRYSTAL Alzo la mirada al ver la manada de luna oscura, un lugar frío y solitario, con tierra infértil donde todo lo que crece son árboles densos y nada frondosos. Las calles de piedra serpentean entre las muchas casas donde las personas se asoman para ver la llegada de la nueva intrusa. De hecho, no pensé que la manada de este miserable fuera así de grande, con aires de riqueza. Más allá, veo el imponente castillo, el lugar al que nos dirigimos, el que será mi hogar y mi prisión hasta que la Diosa quiera. Durante todo el camino hacia aquí, no hubo palabras; no las había tampoco. Sabía cuál era mi posición delante de él, o tal vez no. Mientras me pierdo un poco en mis pensamientos, puedo ver la enorme reja que cierra el castillo. En las columnas de la entrada y las de adentro, estatuas algo perturbadoras parecen observarte. Una vez que cruzamos hacia el patio interno, siento que ya no hay salida, que ya no saldré de sus garras, aunque eso es algo que sabía muy bien desde un
CRYSTAL Miro el vestido en el pequeño espejo del baño; es bonito, aunque algo descubierto. La tela es simple y suave, se ajusta bien a mi cintura, cayendo en una falda lisa. Recogí mi cabello rojo con una cinta negra, dejando al descubierto la mancha de mi cuello, que poco a poco se va borrando. Es el último recuerdo de que alguna vez estuve emparejada y de un pasado que espero olvidar. Salí del baño para ver a la mujer parada en la puerta, esperándome. Su mirada recorre mi cuerpo con una señal de aprobación antes de darse la vuelta y salir. Vamos, Crystal, puedes hacer esto. No demuestres lo débil que eres; no permitas que él vea cuánto te afecta. Di los primeros pasos fuera de la habitación, mirando el pasillo que está iluminado por la suave luz que entra por los ventanales más allá de estas puertas. A un lado, la mujer espera paciente por mí a pesar de que estoy lista. —Primero que nada, las reglas principales de dónde estás justo ahora— señala la puerta a su espalda, la qu
CRYSTAL Retrocedí al verlo avanzar, mis puños apretándose a mis lados mientras entraba en una negación total a lo que decía. Cerré mis ojos por unos segundos para tratar de calmar la agitación en mi interior, ese poder que llevo dentro y que se remueve con fuerza, respondiendo ante la amenaza y no sé cómo pararlo. —Eres tú quien no merece vivir, por tu culpa lo perdí todo, ¡TODO! Clavé las garras en mi pecho en un intento desesperado de calmar el dolor y el ardor, de calmar aquello que ruge con fuerza para dejarlo salir. Abrí mis ojos apenas en una pequeña rendija para ver el mármol bajo mis pies cristalizarse, lo mismo que había pasado en ese bosque. —No —solté apenas en un susurro, intentando calmar incluso los temblores de mi cuerpo. —Por suerte para mí, eres débil, posiblemente la más débil de todas: la Omega rechazada y abandonada, la Omega vendida que lo perdió todo en un día, la Omega sin valor que no es capaz de protegerse a sí misma porque solo es una cobarde. —¡BASTA
CRYSTALHan pasado tres días desde aquel incidente, tres días que me han mantenido aquí encerrada en esta habitación oscura.Leonor es la única que viene a traerme una bandeja de comida, pero luego simplemente se va, dejándome sola para que comience a perder la cabeza.Me he roto los dedos tratando de abrir más aquel pequeño orificio que alumbra mi cuerpo sentado en la inmensidad de esta habitación. Ya he perdido la cuenta de cuántas veces he caminado tratando de distraer mi agotada mente.Un suspiro escapa de mí, resonando en estas cuatro paredes, sintiendo que mi vida no tiene un significado.Oigo el cerrojo de la puerta; es la segunda vez en la mañana, lo que me hace pensar que tal vez no es Leonor.Miro sobre mi hombro la puerta, esperando a que se abra, y cuando lo hace, me sorprende ver qué sí es Leonor.—Hola, ¿cómo estás hoy?—Bien— respondí, levantándome para quedar frente a ella, quien comenzó a examinar mi cuerpo medio desnudo con la mirada.Su Alfa tiene la habilidad de ar