Atada a la mafia
Atada a la mafia
Por: Berenice Darwen
Cap. 1: Guerrera

—¡Me encanta como combina la esmeralda con el oro blanco! Definitivamente esta combinación va a ser el centro de nuestra próxima colección —indica una joven mujer de cabello rojizo inspeccionando las joyas que un sonriente empleado le ha traído a la oficina de sus padres.

—¡Por supuesto, señorita Sofía! Siempre es un gusto contar con sus consejos —anuncia el empleado saliendo de la oficina justo a tiempo para dejar ver al abrir la puerta un grupo de personas elegantes que se dirigen presurosas hacia algún lugar de la empresa.

Frunciendo el ceño, Sofía inspecciona los rostros reconociendo que se trata de la junta de accionistas de la empresa de joyas de su familia, cuya presencia ante la ausencia de sus padres le llama la atención. Aunque se dice a sí misma que ella no es parte de la compañía como para saber si tienen alguna junta organizada para ese día, ya que solo suele dar su opinión sobre las piezas que presentan, las cuales siempre dan en el blanco.

—¡Señorita Sofía… yo… tengo que darle una mala noticia, una tragedia…! —exclama una joven secretaria con la voz quebrada y los ojos llorosos.

—¿Por qué tanto drama, Guadalupe? Ya sé que nadie aquí disfruta de la presencia de los accionistas, pero como dice mi padre: son un mal necesario —comenta Sofía con una sonrisa divertida, comenzando a buscar el número de su madre en el teléfono para avisarle que no olvide la reunión que parecen tener.

—Sus padres han te-tenido un terrible accidente de auto en la ruta, ellos… murieron en el acto por el impacto, o al menos es lo que me han informado de la clínica —informa Guadalupe hablando tan rápido que por un momento cree que su jefa no le entendió siquiera una palabra.

—¿M-mis… mis padres… muertos? —balbucea la mujer sintiendo como un temblor comienza a apoderarse de su cuerpo, haciéndole caer de sus manos el celular que resuena en el piso.

Sofía tantea con la mano a su alrededor hasta lograr tocar el sillón, donde se deja caer con la respiración agitada, sintiendo una presión en su pecho por el dolor que parece querer desgarrarlo. No puede creer lo que ha oído, sus padres muertos, o mejor dicho: sus padres adoptivos muertos al igual que los biológicos. Cuan caprichosa puede ser la vida que la obliga a pasar por la misma angustia dos veces, que a sus veintidós años la hace sentir tan impotente y angustiada como cuando solo era una niña de cinco años que quedó huérfana.

—Los accionistas parecen haberse enterado tan rápido como sucedió, y están aquí para hacerse cargo de la empresa, o al menos ese les he escuchado decir —anuncia Guadalupe con la cabeza gacha, avergonzada de tener que tocar un tema tan frívolo cuando ha sucedido algo tan trágico.

—No me sorprende, ellos siempre han sido unos buitres, pero si esperan que les permita apropiarse de todo están muy equivocados. ¡No pienso permitir que roben el legado de mis padres, por favor encárgate de… de comenzar con los preparativos del funeral ¡Yo le demostraré a esta gente que aquí aún queda una Jaque en pie! —ordena Sofía obligándose a ponerse de pie y adquirir una frialdad propia de un témpano de hielo, dispuesta a defender lo que pertenece a su familia.

Mientras avanza por el pasillo que lleva hacia la sala de juntas, Sofía respira lo más hondo que puede, sabiendo que para cuando entre a ese lugar debe estar calmada, de lo contrario cualquier comentario puede llevarla a estallar y quedar como alguien impulsiva que es incapaz de llevar la empresa adelante. Así que al apoyar la mano en el pomo de la puerta cierra sus ojos, esperando que sus años estudiando psicología brinden frutos en ese omento que podría determinar todo su futuro.

—¡Señorita Sofía… qué sorpresa! En verdad en nombre de toda la junta le brindamos nuestro más sentido pésame, sin embargo me temo que deberá hallar otro lugar para llevar adelante su duelo ya que aquí estamos en medio de una reunión importante —declara un hombre alto de mirada fría y cabello blanco.

—Realmente mucho que realmente sientan sus muertes, Alejandro, sobre todo cuando ni siquiera han esperado a que los entierren para saltar como hienas a la empresa para apoderarse de ella —reclama la mujer tomando asiento en la mesa a pesar de las miradas de reproche del resto de los miembros.

—Querida, esto no es algo personal, el mundo de los negocios es despiadado, si no tomamos algunas medidas anticipadas, la muerte de tus padres podría traer cierta incertidumbre en el mercado y hacer que la empresa se vea afectada. Nosotros solo estamos velando por el bien de todos —explica el accionista con la paciencia con la que un maestro habla a un niño.

—Pues yo estaré aquí, ya que a mí también me concierne el bien de la empresa —sostiene Sofía dispuesta a permanecer en esa junta sin importarle si quieren sacarla a patadas del lugar.

—Me temo que no es así como funcionan las cosas, no eres una accionista ni siquiera miembro de la Junta directiva, por respeto a tus padres podría permitirte permanecer como oyente en esta reunión. Pero claramente eso significa que no tienes ni voz ni voto —indica Alejandro con una sonrisa cargada de cierta malicia al disfrutar tenerla bajo control.

—¡Me disculpo por la intromisión, pero dado que ya todos están reunidos aquí me pareció oportuno leer el testamento del señor y señora Jaque! O al menos en lo concerniente a la empresa —anuncia el abogado de la familia entrando en la sala sacando unos papeles de su maletín con cierta prisa.

—¿Q-qué? ¿Cómo que testamento? —interroga Alejandro mirando con reclamo a una de sus compañeras, como si la estuviese culpando de un descuido.

—Sí, clausula 23: Nuestra empresa de joyas Amanecer, junto con todas sus instalaciones, minas, talleres, y el total de nuestras acciones serán heredadas por nuestra hija Sofía Jaque, con la condición de que ella se case con Santiago Di Stefano —anuncia el abogado leyendo con lentitud para que quede clara cada palabra.

Sofía que había comenzado a esbozar una sonrisa al poder restregarle en la cara a esos buitres que no podrán tomar el control de la empresa, tiñe su rostro de una seriedad que raya la confusión. No entiende la razón por la que sus padres le permitirían heredar la compañía solo si se casa con alguien, y no solo eso, sino con alguien que ella ni siquiera conoce.

—¡Eso es una tontería, obviamente esta pobre muchacha no va a casarse con un extraño! ¿Qué clase de padres le pedirían eso a su hija? —reclama el accionista fingiendo estar indignado por tal petición.

—Yo solo leo lo que ellos estipularon en el testamento, y las condiciones expuestas para que la heredera pueda hacerse con los bienes familiares. No me corresponde cuestionar sus razones —responde el abogado mirando con reclamo al canoso al cual conoce de hace tiempo, y por esa razón se apresuró a ir a la empresa.

—Sí lo haré, ¿Cuándo es la fecha de la boda? —pregunta la mujer alzando su rostro con decisión, dispuesta a defender el legado se su familia, incluso aunque deba hacer el sacrificio de casarse con quien sea ese tipo.

Santiago Di Stefano sale del despacho de su abuelo con el rostro convertido en una mueca de rabia, usualmente suele tener el control de sus emociones, pero esta vez simplemente la indignación lo ha desbordado.

—¡Ven aquí, muchacho, que no he terminado contigo! ¡Vas a casarte con Sofía Jaque por el bien de la familia, si no lo haces te declararé un traidor y te daré la muerte de uno! —sentencia un elegante anciano caminando detrás de él ayudado por un bastón de cabeza de plata.

—¿Yo un traidor? ¿Por no querer permitir que esos Jaque te extorsionen por haberte salvado la vida? —cuestiona Santiago volteándose para enfrentar a su abuelo, no pudiendo creer que se atreva a tildarlo de tal manera cuando lo único que ha hecho siempre ha sido velar por el bien de la familia.

—¡Si la memoria no me falla, aún sigo siendo la cabeza de la familia Di Stefano, de la más grande familia de la mafia italiana. Lo cual significa que cuando doy una orden, esta debe cumplirse! ¿O acaso te estás rebelando contra tu abuelo y jefe? —interroga el anciano endureciendo su expresión al punto de que incluso su nieto baja la cabeza con reverencia.

—No, no lo es. Si es lo que crees que es mejor para nuestra familia, lo haré —acepta el nieto apretando los puños con rabia a los lados de su cuerpo, pensando que tanto esa Sofía como sus padres solo buscan sacarle provecho a la situación, algo que él no piensa permitir.

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