Mientras hablaba, Sebastián echó un vistazo casual y vio el enorme ramo de rosas negras junto a la ventana del suelo, quedando asombrado.
—¡Diablos, Mauricio! ¿Dónde encontraste tantas rosas negras?
No sabía mucho de flores, pero había oído que las rosas negras eran difíciles de cultivar y tenían un período de floración más corto que otras rosas.
¿Debía haber al menos mil de ellas, no?
—No lo sé, tu hermano las compró —Mauricio dio un sorbo a su té, indiferente—. Las compró para celebrar la incorporación de Valeria.
Sebastián hizo clic con su lengua: —Mauricio, todos sabemos que eres el jefe, ¿pero necesitas ser tan ostentoso?
¡Había enviado un diamante rosa a Valeria esa tarde y ahora su hermano había traído más de mil rosas negras a la villa!
—¿Esto es ser ostentoso? —Mauricio alzó ligeramente una ceja.
Y Valeria, al lado, sentía su corazón en la garganta, temiendo que Sebastián mencionara lo que pasó esa tarde en la puerta del restaurante. Tomó un pedazo de sandía del frutero para t