—Señor Soler, —ella se adelantó para bloquear el camino del hombre—, veo que realmente te preocupas por tu amante. ¿Acaba de ingresar al hospital y ya has dejado el trabajo para venir?
—¿No debería preocuparme por mi amante? —preguntó Mauricio con voz grave.
La mirada de Valeria se endureció repentinamente y dijo con énfasis:
—¡Claro que deberías! Sería mejor que le prepararas una sopa nutritiva para que se recupere más rápido.
—Gracias por la sugerencia, señorita Ramírez, —Mauricio asintió y dijo con un tono amable.
«¡Gracias mis narices!», Valeria maldecía en su interior.
Valeria estaba furiosa, pero entonces el teléfono en su bolso sonó. Tras mirar la llamada entrante, su rostro se iluminó con una sonrisa.
Caminó hacia el ascensor mientras contestaba la llamada.
—Hola.
…
—Claro que te extraño, te pienso a cada minuto, besitos...
…
—Lo siento, cariño, he estado muy ocupada estos días y no he tenido tiempo de llamarte.
La voz de Valeria se volvió dulce y pegajosa mientras hablaba por