Algo se rompió.
Me detuve en seco al oír el ruido y giré la cabeza bruscamente.
Volvió a sonar, seguido de un ruido sordo y áspero.
¿Qué era...?
Volvió a sonar y me encontré siguiendo el ruido. No sé si fue una tontería o preocupación. Entonces lo oí de nuevo.
En el instituto —esos años tan odiados— me sentí aún más marginado cuando me topé con el capitán del equipo de fútbol americano en medio de una pelea con su novia. Le dio una bofetada con el dorso de la mano, y el sonido fue algo que jamás olvidaría.
Ese sonido era muy parecido al que resonaba ahora por los pasillos.
Quizás fue la furia lo que me impulsó, igual que entonces. Me lancé entre ellos y le di un golpe con mi libro de Cálculo al grandullón arrogante, pillándolo desprevenido. Cuando intentó pegarme, volví a golpearlo y luego le di una patada en la rodilla, como me había enseñado mi padre.
Cayó al suelo y, al caer, se rompió el brazo. Adiós, campeonatos regionales.
Me encontré reviviendo ese momento mientras doblaba la e