Mi corazón dio un vuelco. Inclinó la cabeza y rozó mis labios con los suyos, un toque suave.
—Ahora, túmbate boca abajo.
Lo miré fijamente. No podía estar hablando en serio.
—Parte de ser sumisa significa obedecer cuando tu amo te dice algo —dijo—. Confiar en él. —Me apartó un mechón de pelo de la cara—. Y eso significa que el amo tiene que ganarse esa confianza. —Me besó la sien—. Por favor, Aleena.
Hice lo que me dijo, con un nudo en el estómago. Lo oí moverse, pero no veía bien lo que hacía. De repente, el aroma a canela inundó el aire. Apartó la sábana y contuve la respiración al sentir sus manos en mi trasero. Mientras empezaba a aplicarme lo que supuse era crema en la piel irritada, comencé a relajarme y el dolor se desvaneció.
Se detuvo un instante y se inclinó para besarme el omóplato. «Podemos hacerlo».
No dije nada mientras continuaba masajeándome con la crema calmante. Tenía razón. Estábamos en terreno desconocido para ambos, pero podíamos lograrlo.
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