Capítulo 5: Conociendo A Raell

—Hola muchachos —Aaron los saludo serio, porque así era él con los chicos que estaban a mi alrededor. Así fuesen mis amigos. 

Tito no habló, se notaba a leguas que se estaba mordiendo la lengua para no soltar algún saludo sarcástico. 

—Hola tío ¿como vas? 

Tomás si lo saludó, porque no tenía nada en su contra y Aaron le devolvió la sonrisa en saludo. 

—¿Vamos a comer? —me preguntó mi amor y asentí.

Me despedí de los gemelos y con una despedida de Tomás y un berrinche por parte de Tito me hice camino con Aaron. 

—¿No comeremos en la cafetería? —pregunté cuando note que íbamos hacia el estacionamiento. 

—No amor, hoy vamos a comer con Raell —dijo y me tomó por sorpresa. 

Nunca he conocido ningún amigo suyo. 

No dije nada y emprendimos camino a quien sabe donde, me preguntó como estuvieron mis clases y me contó sobre las suyas. Que como está terminando la carrera todo es más exigente y cosas así. 

Pasado un resto llegamos adonde quedaron él y Raell de verse y conocía el lugar, era un lugar lujoso de esos que están acostumbrados y que Aaron me trae de vez en cuando a cenar cuando estoy con él. La verdad no logro acostumbrarme, soy más de lo clásico y sencillo. 

Aaron me guió a una de las mesas y allí ya estaba Raell esperándonos, cuando nos vio se levantó para saludar. 

Era alto, bien parecido y se notaba que le gustaba el ejercicio. También estaba bronceado, seguro de ir a las playas italianas. 

—Llegamos al fin, el tráfico estuvo fuerte —Aaron se quejó un poco—. ¿Tienes mucho rato aquí? 

Raell negó la cabeza. 

—No mucho.

—Te presento a Liz, mi futura esposa —las mejillas me ardieron con las palabras de Aaron. 

¡Su amigo conoce Andrea! ¿Que va a pensar de mí?

—Mucho gusto Liz —Raell me tendió la mano y tímida le respondí el saludo—. Tranquila, ya Aaron me contó todo sobre ustedes —trató de aligerar el ambiente. Al parecer notó mi incomodidad.

Le sonreí para no parecer tonta y nos sentamos.

—¿Que vas a querer, amor? —preguntó Aaron y vi el menú con duda. Lo único llamativo fue el pollo fritata y sin duda lo pedí.

—Una Barranquillera gringa ah —bromeó Raell y me colore de nuevo.

—Me gusta el pollo —me encorve de hombros.

Él se rió y su risa fue contagiosa. Me caía bien, era relajado, sencillo y sin infulaz de adinerado. De hecho, era el primer amigo de Aaron que conocía en persona, ya que por razones obvias no podía compartir con nadie de su vínculo.

A lo poco trajeron nuestro almuerzo y comimos entre pláticas y bromas. Me sentía cómoda, era bueno pasar tiempo con Aaron y aunque sea un amigo suyo. Por primera vez no me sentí la otra, la desplazada, la que no tiene derecho a estar con él en público.

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