Más tarde aquel día, mientras que los chicos se preparaban para la hoguera de aquella noche, la familia real y sus acompañantes finalmente volvieron a la pequeña prisión de Arleth.

Para sorpresa de Arioch, la audiencia se redujo significativamente tras el descanso, dejando solamente a los alfas involucrados en el conflicto y a todos los criados y soldados que habían servido en el palacio antes de que todo estallara.

―Eso es algo bueno ―le dijo Dasha en un susurro

― ¿Eso crees? ¿La ausencia de tanta gente no significa que mi historia no les interesa? ―preguntó Arioch algo inseguro ―Quizás, la gente ya tomó su decisión… ―

―Lo hicieron tío Arioch ―le dijo Alastor, quien los había alcanzado a escuchar ―Los isleños han tomado su decisión, y esa ha sido la de perdonarte, ¿o acaso olvidas cómo te saludaron todos los transeúntes que pasaban por el café? ―

―No es que no les interese tú historia ―intervino Máximus ―Es sólo que, antes de perder la batalla ante Chaos y Samael, siempre fuiste un b