Dos semanas después…
Estoy en la celda, acostado mirando el techo, pensando en que solo me quedan dos semanas para salir de aquí y lo primero que haré será buscar a mi mujer, besarle y arrodillarme frente a ella, para pedirle sea mi esposa, prometerle que jamás la dejaré sola ni la haré llorar.
Estoy en eso, cuando golpean la puerta que siempre permanece abierta durante el día.
-Russo, tienes visitas – me quedo embobado un segundo, hasta que el gendarme me grita -. ¡Ya pues, hombre, que la dama no debería estar aquí!
¿Dama? Será que es ella…
Salgo disparado de la cama y sigo al gendarme, miles de mariposas