En el jet de regreso al territorio de Kogan, Elena, Lynn y Tou esperaban explicaciones sobre los acontecimientos de esa semana. Sin embargo, Kogan estaba concentrado en su luna dormida y le pedía a Lynn que revisará los rasguños y golpes del cuerpo de Cristal.
— Esto es lo que pasa cuando un lobo tonto no sabe cómo cuidar de su pareja adecuadamente — dijo una voz enojada.
— ¡Nunca quise que estuviera asustada o lastimada! — enfatizó Kogan, mirando a cierta loba con ojos asesinos por su comentario.
— ¡Debiste decirme! Yo hubiera conversado con ella — le reclamó Elena.
— ¡Es mi luna! Le iba a decir a mi manera —.
— ¡Eres un idiota, Kogan! De la manera que lo hiciste no funcionó y es imperdonable la condición de tu luna — le recriminó Elena.
— ¡Ya basta! — intervino Hiro, frustrado, sabiendo que su pareja no se iba a quedar callada y señalando a Elena le dijo: — Tú en parte tienes la culpa de cómo se dieron los acontecimientos —.
— ¡Yo no tuve nada que ver con el secuestro y la violación!