"Mi cabeza daba vueltas, mi garganta ardía, mi estomago dolía, mis ojos palpitaban, mi corazon dolía y mi alma, no la sentia...
Era como si estuviera rota, o oculta... No lo sabía"
Fumiko Ibars
Habían pasado cuatro días desde que Oshin fue enterrado en el panteón de la manada. Cuatro días de vacío absoluto, de silencio ensordecedor que me carcomía desde adentro. Oshin ya no estaba, su cuerpo descansaba bajo la fría tierra, pero su presencia era un fantasma que no dejaba de rondarme. Roderick, por otro lado, había decidido seguirme como si fuera una sombra constante. Tenía esa manera extraña de estar cerca, siempre observando, y aunque me molestaba profundamente en muchos momentos, empecé a darme cuenta de que ese mocoso no tenía la culpa de nada. Él no era responsable de lo que había ocurrido.
Todo mi odio y desprecio, la rabia que solía volcar sobre él, la había reorientado hacia esos bastardos que habían acabado con Oshin.
Había momentos en los que la multicolor, como solía llamarl