-¿Q... qu... qu... quieres? -me maldije mentalmente, cerrando los ojos con fuerza, buscando algo de calma. Sentía que mi corazón iba a escaparse de mi pecho en cualquier instante, latiendo tan rápido que parecía que se desbordaría. Pero, aún con la presión de todo lo que estaba por decir, no quería arrepentirme de no haberlo intentado-. ¿Quieres ser mi novia? -pregunté, sin pensar demasiado, y con los ojos cerrados, de manera tan rápida que dudé si me había entendido.
-¿Q...ue? -murmuró ella, como si mis palabras aún no hubieran llegado a su mente. Abrí los ojos lentamente, buscando su rostro en la luz suave que nos rodeaba, y luego de una respiración profunda y controlada, repetí la oración con más calma, más claridad.
-¿Quieres ser mi novia? -dije ahora, un poco más entendible, mi voz temblando ligeramente, como si se arrastrara por el miedo de la respuesta, pero también con la esperanza que había guardado en mi pecho desde el primer día en que nos conocimos-. Creciste como una hu