—Alterar una línea de tiempo y evitar tu existencia no solucionará nada —dijo, casi gruñendo—. Quedarte encerrada en una cabaña el resto de la eternidad tampoco arreglará nada.
—Para mí, arreglaría todo —dije tirando la toalla de mi cabeza a la cama, con una firmeza que me sorprendió. Miré sus ojos, sin apartar la vista.
Él cerró los ojos por un momento, como si procesara mis palabras. Pero cuando los abrió, había un atisbo de desesperación en ellos.
—Tu sufrimiento en todos estos años no se eliminará, solo el de ellos —se quejó casi gritando.
Bajé la mirada, sintiendo la creciente presión en mi pecho. No quería gritar, no quería pelear más, pero sentía que cada palabra que salía de mi boca era un paso más hacia la libertad que había decidido buscar.
—Baja la voz —me quejé, mis palabras saliendo rasposas. —No me harás cambiar de decisión.
Garret suspiró, su rostro sombrío. La ira en sus ojos desapareció y fue reemplazada por una profunda tristeza.
—Sufrirás más, mujer —se quejó,