Me desperté de golpe, mi respiración errática y acelerada, como si mi corazón intentara escapar de mi pecho. Mi cuerpo estaba empapado en sudor frío, y mi mente aún atrapada en los ecos de un sueño que parecía haber sido demasiado real. Sentí cómo la cama crujía al moverme y, al girar, vi a Garret a mi lado. Su expresión estaba cansada, y aunque sus ojos aún mantenían esa chispa que tanto me tranquilizaba, había algo en su postura que denotaba el desgaste de los días pasados. Su ropa era la misma de antes, un conjunto cómodo de pantalones oscuros y una camiseta que parecía ser la única que había tenido tiempo de ponerse mientras cuidaba de mí.
—¿Estás bien? —su voz suave y preocupada cortó el aire pesado que había quedado en la habitación. Lo miré, todavía confundida, y luego bajé la vista hacia mi cuerpo. Me encontraba cubierta con una pijama celeste de flores, el tejido liviano sobre mi piel, una sensación reconfortante en contraste con el caos que sentía por dentro.
—Creo... creo