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Apátrida

ApátridaES

Fantasía
Annie Löwe  En proceso
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22Capítulos
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Resumen
Índice

Sinopsis

RaroOscuroCruelSuperpotenciaMonstruoNovela de suspensourbano

Una enfermedad extraña asoló a la tierra y redujo la población casi al setenta por ciento. Las potencias, alarmadas, decidieron hacer todo lo posible para contener la infección, pero todo fue en vano, pues las personas enfermas mutaron a seres extraños con una rabia incontenible y una sed de sangre devastadora. Sin saber qué más hacer, decidieron utilizar dicha enfermedad a su favor y experimentar con sus niños huérfanos, generando así más caos a su paso. Después de tanta destrucción, el mundo se redujo a los escombros y la humanidad a la pesadumbre. En ella aún resiste la esperanza, pero a medida que pasa el tiempo parece desintegrarse. Con recelo y temor, Sam decide dejar su puesto y se sumerge en la traición. Casi moribundo, es salvado por una persona que resiste en la soledad. Ambos, con una amistad reciente, se sumergen en misterios más profundos y descubren a su paso verdades amargas que los llevará a decir si en verdad vale la pena seguir de pie o dejarse devorar por los esperpentos que los acechan en las penumbras. Tendrán que decidir o dejarse llevar por la muerte. ACLARACIÓN: Esta novela la escribí hace mucho y la dejé a mitad de camino. Como la retomé, notarán muchos cambios de narración en ciertos capítulos. Lamento si hallan errores de cualquier tipo.

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Último capítulo

  • XXI

    Los huérfanos o jóvenes que no encontraron a sus familias han sido acogidos por la milicia con el fin de entrenarlos para reducir el crecimiento exorbitante de aquellas criaturas que parecen representar el último paso de la humanidad.No solo serán entrenados, también serán sometidos a experimentaciones en donde se intentará unir el ADN de aquellas criaturas con sus instrucciones genéticas, de este modo podrán combatir contra ellos, ser más fuertes y poder brindar una protección adecuada. Todos los jóvenes informados al respecto toman la decisión por voluntad propio. El que no desee participar en estos experimentos, será entrenado como un militar común.Según los científicos que están a cargo, es muy posible que la unión de ambas estructuras genéticas sea posible, pero el riesgo será muy alto.

  • XX

    Reviso el estuche y paseo los dedos por el rígido cuero que lo cubre. Lo abro con un suspiro y resoplo al hallar en su interior un fusil de francotirador sobre una tela rojiza y vieja. El resoplido no es de indignación, es de dolor al saber que lo utilicé en antaño, que lo desarmé y limpié con Peace al tanto de todo lo que hacía para regañarme cuando era necesario e instruirme en cada parte que desmontaba. Las lágrimas vuelven a ser desbordadas. Esto es lo que obtengo cuando le asesiné bajo su voluntad, y es un regalo amargo. ¿Ya nada me ata a él? No, me equivoqué. Esto lo hace, me encadena más a las memorias donde su figura está involucrada. Esta es su forma de decirme que su recuerdo no se irá de mi cabeza hasta que logre renunciar a este rifle. Es una Barrett M82, un fusil de francotirador de alta potencia. Es semiautomático. Se suele utilizar para incluso traspasar el blindaje de un tanque, por ello también es acuñado como la perfección antimateri

  • XIX

    Me recibe con sus orbes fijos en mis rasgos. Me dejo caer de rodillas frente a él y le regalo esa sonrisa que solía darle cada vez que cometía un error. Se sienta en sus patas traseras y eleva sus brazos. No me toca, solo intenta hacerlo. Lo obligo a que sus ásperas palmas se paseen por mis mejillas en ese gesto que hacía cuando se despedía de mí en mi niñez. Comprende por fin. Se separa con un resoplido y, por último, berrea con fuerza.Cierro los ojos.No quiero ver su tristeza y ese resquicio de padre que aún conserva.Golpea sus puños contra la tierra, da vueltas en su eje y tira piedras para reflejar su ira. Se calma después de destrozar lo que halla a su paso y me ve afligido. En el reflejo de sus pupilas veo al hombre que me crio con tanta paciencia, con tanta devoción…Pongo mi mano con los dedos extendidos a la altura de mi corazón.Son

  • XVIII

    «Reprimo un sollozo al verificar su pulso. Nada, se ha ido. Me apoyo contra su pecho sin soltarlo. Mi estómago se revuelve al alzar la vista y pasearla por el lugar lleno de cadáveres que alguna vez fueron mis amigos. Me muerdo el interior de la mejilla, estabilizo los movimientos erráticos de mis hombros y lo observo.Aprieta los puños al darse media vuelta.—No es tu culpa ni la mía. Nos esperaban y nos hicieron una emboscada. La milicia ni siquiera fue capaz de reconocer el terreno antes de enviarnos.Le cierro los párpados a mi camarada caído y no dejo de llorar.—Me iré —espeto.Se gira con el rostro pálido.—¿Qué? No puedes hacerlo…Se calla cuando nuestros ojos se entrelazan.—Me iré».Aprieto la insignia en mi palma mientras Sam está distraído.Parpadeo y la vue

  • XVII

    Me limpio la cortadura que me hice para escapar de los esperpentos. Una mueca prevalece en mi cara mientras paso el retazo de tela por la herida semiabierta, pues hice un intento de coserla. Mis dotes de primeros auxilios cuando los hago en mí no son tan buenos. Me vendo con cuidado a la vez que reviso las contusiones a lo largo de mi abdomen. Sam hace lo mismo con sus heridas ya sin puntos, los cuales quité hace un par de horas. La herida de bala ha dejado una profunda cicatriz. Se puede ver de lejos.Enfoco la vista en el crepitar de la madera. Sé que en algún momento dado esta relación casi romántica tendrá que llegar a su fin, que este lugar tendrá que desvanecerse y que cada uno se irá por su lado. Él será arrastrado por los militantes o, en consecuencia, decidirá dejarme atrás para cuidarme. Mientras tanto, yo buscaré un nuevo sitio donde quedarme y quizá tambi&eacut

  • XVI

    Contemplo la danza de las hojas al caerse de sus ramas. Es como si me dijeran que es hora de marcharme de este lugar, pero lo veo improbable si deseo estar cerca de mi padre. Solo será hora de irse cuando él me olvide del todo o suceda alguna calamidad.Sé que los militantes podrán venir en cualquier momento mientras durmamos o estemos cocinando algo. Es bien sabido que no se quedarán sin las ganas de torturar a su alto mando que les dio la espalda. Él cometió una traición que no merece ser perdonada, según entendí.Los militantes son un grupo subversivo que quiere mandar los despojos de gobierno que dejó el país y no les importa cómo con tal de cumplir sus expectativas. Esto te deja en claro que matar para llegar a su fin es como si pisotearan a una cucaracha o se deshicieran del polvo en sus ropas. Es así de simple.Me abrazo para no sobrecogerme con tantas emocio

  • XV

    Me entretengo al pasar los dedos por la rugosidad de la tapa de mi agenda. Ya sus páginas me gritan la edad que tiene y todo el conocimiento, quizá perdido en otro lado, que almacena con total felicidad, como si ese hecho fuese suficiente para hacerse el tonto con la situación que le rodea. Decido pasar las yemas por las hojas escritas, donde se siente cada trazado y cada letra con más tinta de lo normal. Una sonrisa trémula se me escapa. Cuando papá me la dio con la poca lucidez que alcanzaba a agarrar, me otorgó una mueca simpática y tan solo se acostó… A la mañana siguiente ya no era el mismo.Suspiro.«Es mejor dejar de torturarte, ¿sabes? Vuelve a la monotonía de antes, es lo mejor».Elevo el mentón. Mi interés es atraído por el frasco con una pequeña pizca de sal en su interior. Revoloteo las pestañas y me decido. Es hor

  • XIV

    Sam se encarga de extender la rejilla para que no quede con ondulaciones a la hora de ponerla. Entretanto, martilleo unos clavos en alargados troncos que servirán para sostener nuestras próximas vallas. Me entretengo con el golpear del martillo, de esta forma ignoro el dolor en mi antebrazo, en mis costillas, mandíbula y abdomen.El castaño durmió abrazado a mí toda la noche, un gesto que agradezco muchísimo, pues esto ahuyentó pesadillas y frágiles memorias. La desazón amainó, mi cordura lideró mi mente y las demás emociones se quedaron quietas, presas a reaccionar de forma indebida.—Quiet —lo observo; se quita el polvo de sus pantalones y deja en paz la rejilla—, lo militantes en cualquier momento volverán. Te tengo una sugerencia. Verás, es bueno poner una valla, sí, que no te quepa duda. Sin embargo, pueden verla de lejos y sabrá

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22 chapters
Preludio
Apátrida/Annie Löwe
Atizo la madera que está a punto de volverse en carbón. Las bajas llamas, casi muertas, parecen revivir durante un efímero momento. Suspiro y dejo caer el palo. Tanteo el suelo en busca de lo que necesito, pues la luz anaranjada no llega hasta donde se halla. Esbozo una sonrisa. Lo agarro con cuidado y examino la carne envuelta en hojas de palmeras casi secas. Empiezo a pincharla con alargadas ramas y luego la posiciono en lo alto de la fogata. Con ahumarla será suficiente.Recojo mis piernas y cuento los segundos que trascurrirán para que ya esté hecha, no es como si fuera mucho. Además, mi estómago está tranquilo, pero si me acuesto sin comer nada mañana amaneceré con alguna enfermedad y es lo que menos deseo. Le echo un vistazo al mundo que está fuera de mi caja de metal; ya no hay contaminación como para que las estrellas sean tímidas y brillen para escandalizar. Giro la carn
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I
Apátrida/Annie Löwe
A primera hora de la mañana, limpio los rastros de excremento que han dejado fuera de mi hogar. El sol ya está en lo alto. Aunque las heces ya han perdido esa composición algo aguada, el mal olor sigue reticente. Con una maldición silenciosa, doy media vuelta y entro en el container. Aseguro mi mochila a mi espalda, reviso que el filo de mi arma esté en condiciones, vuelvo a buscar las cadenas y por fin decido emprender mi pequeño viaje hacia ese manantial que tanto es custodiado por los otros. Sé que no se negarán a un trueque, tengo algo de valor que seguro no dejarán escapar. Hago lo posible por no echarle un vistazo a lo que alguna vez fueron unas casas, ahora sumidas en algo así como un desierto provocado por el mal cuidado. En las sombras estarán esos esperpentos o a lo seguro andarán en un lugar más frío como… un sótano húmedo. Odian el calor, pero no el sol. Odian el día, mas no por los fuertes rayos ultravioleta. Son nocturnos, sí, e inteligentes. No hay una explica
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II
Apátrida/Annie Löwe
—Solía ser parte de los militantes —explica sin dejar de pasar sus pupilas entre las líneas garabateadas de mi agenda—. Fui ingenuo y estúpido. Pensé que siendo como ellos podría vivir sin temor alguno y con lujos, hasta que comprendí lo extremistas que son. Son como las guerrillas. Justo eso. Se aprovechan, se creen los altos mandos… Por cierto, ¿cuál es tu nombre?Poso mi dedo índice entre mis labios. Lo capta, mas no lo entiende como yo deseo, incluso parece intranquilo. Dejo caer los hombros y lo escribo.—¿Quiet? —Asiento con una sonrisa—. Eso no es un nombre.Me señalo una y otra vez. Alza sus manos sin querer discutirlo más.—Pues bien, es tu nombre. Es un gusto, Quiet, me llamo Sam.Sigo picando las zanahorias.No ahondaré más en su pasado, sé que oculta algo y es mejor que se quede
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III
Apátrida/Annie Löwe
Con las cejas casi juntas, intento calmar los pensamientos embravecidos que evocan al antaño. Inspiro, así toda cavilación que no requiero se va. Alzo la mirada; el hombre viejo que aceptó el trueque mantiene su interés puesto en mí. Me crispo. Si está tan cerca puede saber dónde me quedo, y es lo que menos quiero. Lo saludo con una sonrisa, no sin antes bajar un poco mi bufanda. Su ceja se dispara hacia el nacimiento de su cabello y sus dedos se hacen del listón que sostiene su rifle. Los dos sujetos que le acompañan también se ponen alerta. Parece ser que son sus guardaespaldas, no, sus familiares. Eso sería lo más acertado y conveniente. Me apresuro en ponerme a la defensiva.—Buenas tardes. Veo que se dirige a pescar. ¿No le gustaría un poco de compañía? —Sacudo la cabeza. No le gusta, pues comprime los labios—. Usted parece, uhm, que pu
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IV
Apátrida/Annie Löwe
Me despierto al oír los rasguños y jadeos por parte de los esperpentos. Sam mantiene impasible frente a la hoguera; espera que el pescado esté hecho. Me incorporo y me froto los párpados. No dormí mucho. Con algo de reticencia, me vuelvo a poner las botas, esta vez sin medias, y busco en mi mochila una camiseta. La que traigo puesta ya ha de ser limpiada.Sam me ve vestirme, incluso lo pillo con una pequeña sonrisa.Lo observo con el entrecejo fruncido como pregunta.—Lo siento, fue inevitable no ver. —Carraspea al revisar la carne del pescado—. Quiet, ¿no te da vergüenza vestirte ante alguien que no…? Ejem, que no, pues, ya tú sabes, es muy obvio —musita. Me acomodo a su lado sin apartar la vista de la suya—. Veo que no le ves nada de malo. ¿Ellos todo el tiempo molestan? —Asiento—. No sé cómo puedes acostumbrarte a ellos.Me
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V
Apátrida/Annie Löwe
A la mañana siguiente, él no está ni nada que me pueda asegurar que volverá. Me reclino y envuelvo mis rodillas con los brazos. Lo veía venir. Por el rabillo del ojo veo esa bolsa indeseable. Me levanto y la vuelvo a guardar sin tan siquiera examinarla. En la cúspide de mi martirio ya ni considero llorar, dado que esa emoción se ha vuelto una parte tan grande en mí que lo único que puedo demostrar es una soledad ambigua y una quietud zalamera. Al levantarme, diviso mi libreta abierta en medio de la mesa. Con el entrecejo fruncido, me acerco y deslizo los dedos por la caligrafía tosca que yace en toda una hoja. Mi respiración se agita y mi corazón se dispara mucho más que cuando corres por tu vida. «Es como una serendipia». Saber el trasfondo de su pasado, más profundizado y tratado con seriedad, junto a sus tomas de decisiones, desafortunadas como llenas de fort
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VI
Apátrida/Annie Löwe
Me gruñe. No me amilano ante su postura encorvada en claro signo de intimidación. Sam ha cesado sus golpes y solo alcanzo a oír sus jadeos entrecortados. Persiste en llamarme. Como mantengo el pie en la manija que solo puede deslizar la reja y ejerzo toda mi fuerza, él no ha podido salir justo por eso, también porque pongo todo mi peso.Le siseo.Se detiene a unos cuantos pasos de mí.Dejo caer la cabeza, de este modo le demuestro mi sumisión, y extiendo la mano sin temor alguno.Los minutos pasan, la lluvia empieza, los quejidos de Sam se vuelven más altos y las nubes que impactan entre sí para crear truenos se intensifican.Cuando siento sus dedos acariciar mi palma, es el momento indicado para alzar la vista. Está calmado, pero percibo algo de contrariedad en sus iris. Los otros hacen sonidos húmedos, unos que me crispan y me alteran un poco. Su nariz, que aún co
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VII
Apátrida/Annie Löwe
Paseo por el parque con las manos tras mi espalda. Más allá de donde me encuentro está el manantial, el cual ya desde mucho antes de ser construida la ciudad estaba. Alguna vez oí que era artificial, que fue creado naturalmente o por la mano humana. Divagaciones locas. Me decanto con que es natural y que fue creado por las lluvias. El que sea salado puede ser por la tierra. Me arrodillo a un lado de la pequeña huerta de hierbas que está bajo unos árboles, busco entre los tallos los que necesito, bajo mi bolso de lona donde suelo guardarlos y empiezo a arrancar el tomillo, el romero, la menta, la caléndula, la manzanilla… Agradezco que el suelo sea fértil.Me tenso al ver bajo mi nariz esa mano grande y tosca, como la de un primate, que tiene entre sus dedos una rama de hinojo. Alzo la vista; sus pupilas dilatadas parecen sonreírme. El cómo hace lo posible por ocultarme sus fauces me hace estir
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VIII
Apátrida/Annie Löwe
—¿Quiet? ¿Qué hacías con esos esperpentos? ¿Qué…?Se silencia al verlos con más afinidad. Aprieta la mandíbula, me agarra del antebrazo y me arrastra a las malas hacia el container. Con suma parsimonia cierra las puertas con las pestañas juntas en una expresión incalculable.Reacciono. ¡Mi libreta! Me le acerco para alejarlo de la entrada, pero me envuelve entre sus brazos. Le doy manotazos para que me suelte. Esa libreta es muy importante para mí. No solo hay pequeñas observaciones mías, también de mi padre, las cuales son mayoría. Es lo único que me queda de él en su estado de consciencia pura. Maldice en voz baja y por fin me suelta. Jadeante, lo empujo. El rechinido de uno de los portones al abrirse se ve apaciguado por la brisa. Me inclino y busco a tientas la agenda. Al dar con ella, me incorporo y vuelvo a cerrar.&mdas
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IX
Apátrida/Annie Löwe
Aprieto los dientes, saco el cargador de la pistola y reviso que tenga las suficientes balas, le quito el seguro y echo cabeza. Rememoro cómo debo posicionarme; con las piernas separadas, los brazos rectos y los hombros perpendiculares a estos.No lo observo cuando sale, solo espero un minuto para seguirle y me confundo entre la maraña de matorrales. Cierro los ojos cuando lo tiran al suelo con tanta agresividad que alcanzo a oír el quejido de sus huesos y a él diciéndole a un excamarada que no sea tan bruto. Lo levantan como algo que no sirve, no sin antes ponerle los grilletes con tanto hastío que los han apretado más de lo debido.Inspiro y expiro, nivelo los latidos de mi corazón.Es una cuadrilla.Espero a que recojan sus puestos y me muevo cuando ya están listos. Sam en ningún instante hace acopio de girarse para buscarme. Las palmas se me vuelven gelatina y el sudor no tarda en e
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