Capítulo 18. Un éxito arriesgado
Agnes, desvanecida por la pérdida de sangre, herida de gravedad, era llevada en una veloz ambulancia a una habitación del hospital más cercano, con su cuerpo cubierto de rojo, la joven Carola llorando junto a ella y varios vehículos detrás.
En uno de ellos, iba el señor Montoya.
En otro, algunos de los hombres de Kasparov.
Mikhail se había quedado en la casa donde habían llevado a las dos mujeres, sólo unos momentos más, y revisaba toda la escena con cuidado.
Calvin, el ex novio resentido y traidor, estaba muerto en el suelo frío, con la hermosa daga de Agnes clavada en su pecho.
La sacó con una sonrisa de satisfacción, la limpió bien con un pañuelo y la guardó en su bolsillo.
Era una buena alumna, al menos en lo que respectaba a arrojar cuchillos con certera y letal puntería.
Fuera de esa habitación, un par de secuaces del secuestrador estaban en extrañas posiciones, con orificios en sus cabezas, atravesadas por las balas del mismísimo Kasparov.
Ordenó a algunos de sus hombres