Supremo furioso por el toque del brujo.
Ana bajó la mirada, confundida. —Bueno… no… pero es que —balbuceó, sin saber explicar el extraño revuelo en su interior.
Scarlet, que hasta entonces parecía más testigo que actor, dio un paso adelante y habló con una valentía que la sorprendió a ella misma: —Esposo, no deberías poner a mi suegra en aprietos. Y tú, señor brujo, mejor enfócate en la reunión y deja de provocar a mi alfa.
El brujo, más entretenido que herido, sonrió como si acabaran de comenzar un juego muy interesante.
Derek, por su parte, apretó la mandíbula, pero no soltó al hombre.
—Será mejor que me des una buena razón para no matarte.
El brujo sonrió, despreocupado, sin apartar la mirada de Ana, que a su vez desviaba los ojos con un rubor culpable.
—¿Qué mejor razón que ser tu aliado en una gran guerra? —saboreó la frase con calma—. En una contienda donde todos están en tu contra, incluso tu propio pueblo, un brujo —y sobre todo un rey— a tu lado puede decidir el resultado.
Derek respiró hondo, tragando, apartando p