Capítulo 13. Deseos frenéticos

Desperté a la mañana siguiente y miré todo en pleno orden, demasiado quieto para mi gusto y sin ruidos de pisadas o apuros como siempre los había, todos se habían marchados y sentía que el infierno que la vida tenía preparado para mí, ni siquiera había dado comienzo.

Me dirigía a la biblioteca cuando escuché un fuerte ruido de un par de sartenes y cubiertos al caer al piso, me dirigí rápidamente a aquel lugar, esperando asustar a cualquier animal que hubiera entrado a la casa y me encontré con la niña más estúpida y terca que había conocido.

–¿Qué estás haciendo? –pregunté.

–El desayuno –comentó ella, con los sartenes en las manos y cara de asombro al verme.

–Les ordené a todos que se marcharán y eso te incluía a ti –dije.

–Bueno, quizás decidí quedarme –comentó ella.

–Claro que no, quiero que te marches –dije.

–Lo siento mucho señor, pero no lo haré, tendrá que echarme a patadas si quiere que me marche y vigilar la casa constantemente para que no vuelva a entrar, porque a partir de a
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