Lucas caminaba de un lado a otro en su oficina, masajeándose la barbilla mientras pensaba en las palabras de Janette. “Todos merecen una segunda oportunidad”, murmuró, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Sabía exactamente qué hacer.
Alan entró en su oficina en ese momento, irradiando felicidad. “Buen día, señor”, dijo, y Lucas se volvió, arqueando las cejas con sospecha.
“¿Desde cuándo me saludas así, Alan?” preguntó, con tono desconfiado.
Alan jadeó. “¿Me estás llamando irrespetuoso ahora? Por el amor de Dios, soy tu asistente.”
Lucas respondió con un giro de ojos. “¿Por qué estás tan emocionado, Alan?” preguntó, tomando asiento.
Alan aclaró su garganta y también se sentó. “Me reconcilié con Rosa”, dijo, pero Lucas mantuvo el rostro inexpresivo, aunque Alan juraría que vio un pequeño atisbo de sonrisa. “¿No estás feliz por mí?”
“Claro que lo estoy”, respondió Lucas. “Solo quería asegurarme de que no estés haciendo alguna de tus innumerables bromas conmigo.”
Alan se rió. “Esta vez h