Habían pasado 3 semanas desde la última vez que le había visto, le evitaba, ni siquiera le atendía, siempre que venía a la tienda fingía que me hacía pis y me encerraba en el baño hasta que se marchaba.
Sabía que no debía acercarme a él, que era demasiado peligroso para mí.
Aquel día era tarde, hacía un día terrible, llovía a cántaros y hacía un calor horrible. La señora y Sara se marcharon a casa temprano y me tocaba a mí cerrar.
Coloqué el cartel de cerrado, mientras recogía las mesas y las sillas, y pasaba la mopa para recoger algunas pelusas.
La puerta se abrió de golpe y miré asustada hacia ella, pues no esperaba que nadie entrase después de que el cartel estuviese colocado.
Se trataba de él, estaba calado hasta los huesos y tenía los ojos llor