Si te dieran dos opciones: 1, cincuenta millones de dólares sólo para ti, para invertirlos en lo que quieras, o, 2, volver al pasado con todo el conocimiento, experiencia y sabiduría que tienes ahora para cambiar algo que hiciste mal, ¿qué elegirías? Delante de sus amigas, Amelia Ferrer finge que su vida es perfecta, y por eso dice que elegiría los 50 millones, pero miente, y dentro de su ser, sabe que prefiere volver al pasado y corregir sus errores, que fueron muchos, y terribles. Lo que menos imagina, es que su vida está a punto de dar un vuelco... la suya, y la de un hombre que siempre la amó.
Leer másZachary Galecki iba tarde, muy tarde.
Debió estar en el salón de clases a las ocho en punto de la mañana, y no lo había conseguido. Dios, y era un examen importante, el más importante, el decisivo… ¿Por qué justo hoy? ¿Le creería su profesor cuando le diera su excusa?
No le creyó.
Se quedó fuera del salón de clases cuando no se le permitió entrar a realizar su examen luego de haber llegado con quince minutos de retraso.
Sólo habían sido quince minutos, pero para su estricto profesor era lo mismo que toda una vida.
Se sentó en el suelo y dejó salir el aire. Algo tendría que hacer, arrastrarse por una semana implorando compasión, lo que sea, pero no podía perder esta materia. No estaba seguro de poder prescindir de esta nota y confiar en que su trabajo anterior le ayudara a pasar la asignatura. Además, eso afectaría su promedio, y no podía, no podía darse ese lujo.
Quince minutos, se repitió. Estos quince minutos le podían estar costando todo su futuro.
—A veces el futuro te cuesta sólo un segundo —dijo alguien a su lado, y Zachary se asustó al ver a la anciana de pie y apoyada en la pared donde estaba él recostado. Se puso en pie y miró en derredor. ¿Una anciana aquí, en la universidad?
—¿Necesita ayuda? —le preguntó, y la anciana le sonrió.
—Tan galante, como siempre. No, tú necesitas mi ayuda—. De repente, Zachary vio que todos sus compañeros entraban al salón de clases, y eso lo asustó. Ellos ya estaban dentro, ¿no? Los había visto dentro hacía sólo un par de segundos, cuando trató de entrar y su profesor se negó dejándolo afuera.
—Galecki, ¿va a presentar el examen o no? —le preguntó el profesor mirándolo adustamente, y Zachary abrió grande su boca. ¡Pero si acababa de decirle que no!
Qué confuso, primero los estudiantes vuelven a entrar, luego el profesor lo invita al salón…
Miró su reloj. Las ocho en punto.
Qué rayos…
Entró al salón sin pérdida de tiempo, antes de que se hicieran las seis y un minuto, extrañado, confuso, preguntándose si acaso había estado tan estresado que había dormitado allá afuera mientras esperaba al profesor y había soñado que llegaba tarde.
Debía ser eso, definitivamente.
Y olvidó por completo a la anciana.
Es lo que siempre ocurre, suspiró ella, cuando el ser humano experimenta un pequeño milagro; trata de hallarle lógica, trata de adaptarlo a su realidad. Su cerebro rechaza todo intento de aparición de lo sobrenatural. Si no lo puede medir y razonar, no lo puede creer…
Se acercó a Zachary, que concentrado, rellenaba una hoja con operaciones de algún extraño nivel matemático. Él no podía verla, y si la viera, seguro que la ignoraría, por lo concentrado que estaba.
Tú me gustas, le dijo. Vales la pena. ¿Me dejas ayudarte?
—¿Qué elegirías? —le preguntó Amelia a Heather Calahan y a Tess Warden, una noche que salieron juntas a tomarse algunos tragos, sin hijos, sin maridos, sólo chicas.Tess estaba de nuevo con su marido, Heather había parido un niño hacía pocos meses, y ella le había endilgado los tres chiquillos a Zack para poder salir a divertirse con sus nuevas amigas, que ya estaban bastante achispadas por el alcohol.También ella. Hacía tanto tiempo que no bebía de esta manera, que su resistencia era casi nula. Y pensar que en la línea oscura se había burlado de ambas por eso, y ahora ella estaba en el bote de las mujeres felizmente casadas que poco salen a bares para beber, que aunque se esfuercen, sus conversaciones siempre terminan tratándose de niños, el hogar, y sus cuidados; compartiendo las fotografías o los videos de las travesuras d
Adaptarse de nuevo a la vida, esta vez con tres niños en casa, fue un poco difícil al principio; al ver a Tommy, Isabella de inmediato protestó, pues sus padres habían ido de compras y le habían traído un hermanito, no una hermanita. Hacía pucheros mostrándose terriblemente defraudada. Benjamin lloraba celoso cada vez que Amelia o Zack, o incluso su niñera, alzaban a Tommy y no a él; lloraba con profundo sentimiento, sin poderse creer que alguien le estuviese obligando a compartir su lugar. Tommy, por su parte, lloraba por otras razones; según los médicos, tenía cierto grado de desnutrición que era preocupante y debía combatirse a tiempo, no se le habían aplicado algunas vacunas, su sistema inmunológico no era capaz de luchar contra algunas enfermedades, así que una simple gripa los hacía llevarlo al hospital, pero era un niño dócil y de
Al ver que Tommy no dejaba de llorar, fue hasta la cocina y abrió la nevera buscando un biberón, pero estaban todos sucios, así que dejó el niño de nuevo en la cuna, que lloró con más fuerza al verse abandonado, y rápidamente preparó algo para él al tiempo que lavaba y desinfectaba las botellas y las mamilas. En pocos minutos le puso uno en la boca y lo acostó sobre un sofá para cambiarle el pañal y asearlo todo lo posible con las pocas toallitas húmedas que tenía Vivian en su casa. Al terminar esta tarea, lo acunó en sus brazos, aunque él se puso de pie, el sofá le daba asco. Vivian volvió a él y le puso por delante los papeles de la adopción.—Eres su mejor padre, así que, quédate con él.—No puedes hacer eso —dijo Zack—. En unos años te arrepentirás y nos formar&a
La empresa de Zack crecía de manera increíble. Pronto se volvió alguien importante y tenido en cuenta entre los más ricos de la ciudad, sin embargo, no perdía esa humildad que lo caracterizaba, pues reconocía que había jugado con ventaja frente a sus competidores, y que no todo era mérito suyo en exclusiva.Había tenido razón al decir que conocía las crisis por venir y cómo sortearlas, pero ninguno estuvo preparado para recibir la noticia de que Mary estaba enferma, esta vez era algo relacionado con su corazón, y a pesar de los cuidados, de las dietas y los medicamentos, su salud se fue deteriorando poco a poco. Amelia lloró su fallecimiento con desconsuelo. No había podido evitar la muerte de su madre, de todos modos; estaba escrito que se iría y abandonaría la familia siendo bastante joven.—Lograste estar más años con ella &mdash
Todo parecía tan diferente, pensó Amelia llegando al fin a su pequeño apartamento acompañada de Zack. Era la misma línea iluminada que había dejado la noche del accidente, pero, de alguna manera, todo se sentía distinto.O tal vez se debía a que ella ahora era distinta. Con todas las cosas que había visto y escuchado, con todo lo que le habían hecho vivir en tan corto tiempo, algo había cambiado dentro de ella. Se había ido el temor, en su ser ya no había ni pizca de remordimiento, sólo una increíble y hermosa libertad.No estaba acostumbrada a esta sensación, así que sentía que el corazón se le hinchaba y casi explotaba. Era felicidad; la felicidad producía esa sensación física como que no te cabe el alma en el cuerpo y quiere volar.Sonrió mirando a Zack deshaciéndose de las bufandas y chaqueta
Amelia sacó un paraguas del auto y salió en medio de la lluvia cubriéndose con él. Cuando vio que Zack la imitaba, corrió a él.—Estás resfriado, no deberías mojarte más.—Amy, ¿crees que un resfriado me matará? —ella lo miró llena de dudas, pero, de todos modos, lo cubrió también a él con el paraguas, y juntos caminaron hacia la zona del accidente que acababan de presenciar.Llegaron hasta el auto, y vieron a Vivian con un golpe en su cabeza, del cual salía una línea de sangre. Zack extendió su mano a ella y le buscó el pulso en el cuello.—Sólo está inconsciente —dijo, y antes de pedirlo, ya Amelia estaba llamando a una ambulancia.Ésta llegó en pocos minutos, y decidieron seguirla. Atendieron a Vivian en urgencias, y ellos se quedaron all&iacut
Último capítulo