—Hola… Scott —dije, agarrando el teléfono con ambas manos porque no dejaban de temblar—. Eh… necesito preguntarte algo.
Se oyó un suave suspiro al otro lado de la línea, como si sonriera a pesar del estrés. —Claro. Lo que necesites, solo dímelo.
Mi madre se inclinó hacia adelante con las cejas alzadas, como si estuviera lista para arrebatarme el teléfono si dudaba.
—Estoy… muy contenta de que me hayas ayudado a venir —empecé con cautela—. Volver a ver a mi madre… significa para mí más de lo que jamás podré explicar.
—Me alegro —dijo con calidez—. Te mereces esa felicidad.
Respiré hondo, con un ligero temblor. —Pero lo está pasando muy mal. Muchísimo. No puede pagar las facturas ni la comida ni…
Su tono cambió. —Sabrina…
—Quiere venir a vivir con nosotros —solté de golpe antes de acobardarme—. En la casa. Conmigo. Y contigo.
Silencio repentino.
Me apresuré a llenar el vacío. —No sería un problema. Hay mucho espacio y es de la familia, y no quiero estar cómoda mientras ella…
—No.
Me que