Aún podía oír el eco de sus pasos, que aún resonaban en el pasillo mucho después de que Ace se hubiera ido. Me quedé paralizada, con los brazos cruzados contra el pecho y el pulso martilleándome los oídos. No podía quitarme sus palabras de la cabeza, como si se repitieran en mi mente sin parar.
Quería estar enfadada. Quería quedarme allí, furiosa, y decirme que no era más que arrogante, imprudente e imposible de tratar. Pero en lugar de eso, me di cuenta de que mis pies avanzaban.
Antes de darme cuenta, ya lo perseguía.
¡Ace!, grité. Mi voz resonó por el pasillo, aguda al principio, pero se suavizó cuando se giró.
Tenía una mano en la barandilla de la escalera, a mitad de camino, cuando se detuvo. Lentamente, giró sobre sus talones, con una expresión indescifrable. "¿Qué?" Tragué saliva, repentinamente insegura. La confianza que me había impulsado a llamarlo flaqueó en el momento en que me devolvió la mirada. Aun así, me obligué a avanzar hasta quedarme a unos pasos de distancia.
"No