En la sala privada
Alejandro entró con paso decidido. Frente a él, el periodista Ernesto Figueroa estaba sentado en una silla, con las manos esposadas y una expresión de frustración en el rostro. A su lado, Marcela e Isabella, las gemelas idénticas de Luciana estaban de pie, impecables en su atuendo, irradiando confianza y determinación, un secreto y la única manera de poder ayudarle a Alejandro para que no salga mas información que pueda dañar a Luciana.
—¿Tienen todo? —preguntó Alejandro, su mirada fija en Marcela.
—Sí, todo —respondió ella, entregándole una carpeta—. Todo lo que estaba en su computadora. Las evidencias que te involucraban y.… bueno, digamos que el archivo especial ya no existe, prácticamente su computadora quedo sin rastro de la información y videos que él había sacado y grabado sin que tu te dieras cuenta.
Ernesto bufó y se movió en su silla, incómodo.
—¡Esto es un abuso de poder! —espetó, tratando de recuperar algo de dignidad—. ¡Suéltame ya!
Alejandro se inclin