135. El silencio se apodera del lugar.
Subo al taxi.
—Solo conduce, —le digo al chofer, que me mira por el retrovisor con una mezcla de curiosidad y cansancio—. Donde sea.
Los pensamientos me abruman.
Al alejarme del apartamento, la adrenalina que había estado sosteniéndome comienza a desaparecer, y la realidad de lo que acaba de pasar me golpea de lleno. Vicente está vivo, por ahora, pero ¿por cuánto tiempo? Luca no va a detenerse. Eso está claro. Su ambición es demasiado grande para dejar que alguien como Vicente siga respirando. Y ahora, yo estoy atrapada en el medio de su guerra personal.
Pero no voy a ser una víctima. No otra vez.
Mientras el taxi cruza las calles desiertas de la ciudad, me doy cuenta de algo: ya no hay marcha atrás. Luca no va a perdonarme por rechazar su plan, y Vicente… bueno, Vicente nunca perdona una traición, ni siquiera la que no se ha consumado del todo.
Tengo que tomar una decisión rápida, y no puedo esperar que el destino lo haga por mí. Esta vez, soy yo quien tiene que hacer la jugada.
Saco