En ese momento, la mirada que Diego le dirigió a Sofía estaba llena de tristeza y frustración, como si estuviera a punto de quebrarse.
—¿De verdad no sientes nada? —sujetó con fuerza la muñeca de Sofía, insistiendo desesperadamente—. ¿Realmente no recuerdas nada de lo que vivimos juntos?
Su acción asustó a Sofía, quien instintivamente negó con la cabeza.
La mirada de Diego se fue transformando en una mezcla de dolor e ira, consumida por una locura creciente.
—¿Y la avalancha? —para hacer que Sofía recordara, no dudó en revelar incluso los recuerdos más dolorosos—. ¿Y cuando Luciana te hizo caer por el acantilado, cuando casi te amputan ambas piernas? ¿También olvidaste todo eso?
—¿Qué? —Sofía frunció el ceño y comenzó a forcejear, intentando liberarse de su agarre.
—Luciana te empujó desde la montaña nevada para incriminarte, dejándote atrapada en la estación de esquí durante siete días enteros.
Mientras hablaba, el rostro de Sofía se tornaba cada vez más pálido.
—Tus piernas sufrieron