44
Yegor siguió disculpándose durante mucho tiempo. En cuanto al matrimonio, lo dejé pasar. Pero le recordé lo de las pastillas.
Ay, qué difícil le resultó estar conmigo.
Y luego Yegor me llevó durante diez días a un lugar con aguas azules y una naturaleza fantástica.
Allí me pidió matrimonio. Esta vez todo fue romántico y bonito. Por supuesto, acepté.
Lo único que no entendía era por qué Egor tenía tanta prisa por casarse.
Le di la buena noticia a mi mamá y le pedí que se lo contara a mi papá. Desde ese día no habíamos vuelto a hablar por teléfono y hoy él mismo me llamó.
—¡Hola, flor! —me saludó mi papá, y me resultó tan extraño oír que mi papá me llamara así. Aunque &eac