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Capítulo 41 – El Dilema del Asesino

Maxime

La noche es pesada, opresiva. Siento que el aire es más denso, como si el peso de la decisión que me espera lo estuviera cargando.

Estoy sentado en mi coche, estacionado a unas calles de mi apartamento. El expediente de Anton De Luca reposa en el asiento del pasajero, como una maldición silenciosa.

Quieren que lo mate.

No soy un santo. He hecho cosas de las que no estoy orgulloso. He robado, manipulado, amenazado. Pero nunca he quitado una vida a sangre fría.

Y hoy, Moretti exige que cruce esa línea.

Saco mi teléfono y marco un número.

— Hugo.

Su voz es tensa, como si ya adivinara lo que le iba a decir.

— ¿Sí?

— Tenemos que hablar. Ahora mismo.

---

El Peso de la Sangre

Hugo se une a mí en un bar discreto, un lugar donde nadie hace preguntas. Se sienta frente a mí y pide un whisky.

— Vamos, suelta el trozo.

Le empujo el expediente. Él lo abre, hojea rápidamente las páginas y silba entre dientes.

— M****a. De Luca.

Asiento.

— ¿Lo conoces?

Hugo se reclina en su silla y se rasca la barba con aire pensativo.

— Era un buen tipo… antes. Trabajaba para Moretti, pero la cagó. En lugar de ejecutarlo directamente, lo dejaron correr. Para divertirse un poco.

— Y ahora, quieren que sea yo quien termine el trabajo.

Hugo me mira fijamente.

— ¿Lo vas a hacer?

Tomo un sorbo de mi vaso, sintiendo el alcohol arder en mi garganta.

— Tengo otra idea.

Arquea una ceja.

— Te escucho.

---

Una Alianza Improbable

Encontrar a De Luca no ha sido difícil. Un hombre en fuga siempre deja huellas.

He utilizado mis contactos, sondeado los bajos fondos, deslizado algunos billetes a las personas adecuadas. Finalmente, ha surgido una dirección: un motel miserable en las afueras de la ciudad.

Estaciono mi coche a unos metros y observo el edificio deteriorado. Un neón parpadeante ilumina la entrada, creando una atmósfera digna de una mala novela negra.

Salgo del coche y me acerco a la puerta de la habitación 14.

Una respiración temblorosa detrás.

Toco.

Un silencio. Luego un ruido de pasos titubeantes.

— ¿Quién está ahí? pregunta una voz ronca.

— Maxime.

Un momento de pausa. Luego la cerradura gira lentamente.

La puerta se abre lo justo para dejar entrever a un hombre cansado, demacrado. Anton De Luca ha conocido días mejores.

— Si estás aquí para matarme, hazlo rápido, susurra mientras se aparta.

Cierro la puerta detrás de mí y lo miro.

— Estoy aquí para proponerte un trato.

Su mirada se ilumina con una mezcla de esperanza y desconfianza.

— Te escucho.

---

Cambiar las Reglas del Juego

— Moretti quiere tu cabeza. Y quieren que yo me encargue de eso.

Anton aprieta la mandíbula.

— Supongo que era inevitable.

— Pero hay una manera de revertir la situación.

Arquea una ceja, intrigado.

— Voy a matarte. Al menos, oficialmente.

Frunce el ceño, pero continúo antes de que hable.

— Haremos una escena de tu muerte. Un cuerpo quemado, imposible de identificar. Moretti estará satisfecho y tú podrás desaparecer para siempre.

Anton se frota la nuca, pensando rápidamente.

— ¿Y por qué harías eso por mí?

— Porque me niego a ser su peón.

Me examina un momento, buscando una mentira en mis palabras.

Luego, lentamente, asiente.

— Está bien. Estoy dispuesto.

---

La Ilusión Perfecta

La puesta en escena debe ser perfecta. Un cuerpo anónimo, una explosión, ningún detalle comprometedora.

Hugo se encarga de encontrar un cadáver de la talla adecuada en la morgue de un contacto dudoso.

Yo, proporciono las pruebas: un reloj calcinado que pertenecía a De Luca, documentos intencionadamente quemados y, sobre todo, un informe "anónimo" a la policía sobre la muerte de un criminal buscado.

A la mañana siguiente, todo está listo.

El cuerpo es transportado a un almacén abandonado. Rocío el lugar con gasolina y enciendo un fósforo.

Las llamas se elevan, iluminando la noche.

Hugo y yo miramos en silencio.

— ¿Y ahora? pregunta.

Saco mi teléfono y envío un mensaje a Luciano.

"Está hecho."

---

El Engranaje Continúa

Al día siguiente, los periódicos anuncian la muerte de Anton De Luca en un incendio criminal.

Moretti muerde el anzuelo.

Pero sé que esto es solo el comienzo.

Estoy oficialmente en sus filas.

Y voy a destruirlos desde adentro.

Maxime

El humo del incendio se ha disipado hace tiempo, pero su eco aún resuena en el aire. Moretti está satisfecho. Para él, Anton De Luca está muerto. Sin embargo, en algún lugar lejos de aquí, aún respira.

¿Y yo? He demostrado oficialmente mi lealtad al clan.

Es el comienzo de un nuevo juego.

Un juego donde cada paso debe ser medido.

Un juego donde el más mínimo error significa la muerte.

---

La Invitación a la Cumbre

El teléfono vibra en mi bolsillo.

Descolgo.

— Maxime.

La voz de Luciano Moretti es calmada, casi cálida. Pero no me engaño.

— Jefe.

— Tengo una fiesta privada esta noche. Ven al club a las 10 p.m. Quiero presentarte oficialmente.

Mi estómago se revuelve ligeramente.

— Estaré allí.

La línea se corta.

Sé lo que eso significa.

Esta fiesta no es una simple formalidad. Es una prueba.

Y si huelen la más mínima vacilación, soy un hombre muerto.

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