—Nos vamos ya? —susurra él, con una media sonrisa.
-Si. Y antes que nada, tenemos una misión —dijo ella, sacando el celular y buscando la farmacia 24 horas más cercana—. Debemos pasar por la farmacia ahora, que si me sale un mini tú... no respondo.
Tenzin se ríe entre los dientes, bajando la cabeza con algo de vergüenza.
—No me vas a dejar pasar esto nunca, ¿verdad?
—¿Tener que tomar la pastilla del día después porque el gran maestro espiritual rompió el condón por entusiasmo? No. Nunca —dijo ella, divertida.
Veinte minutos después, entraron a una farmacia abierta, desconcertados y tímidos.
¿Estás seguro de que sabes cuál es la pastilla? —preguntó él, caminando como si estuviera en terreno sagrado.
—Sí, y tú mientras busca condones. Pero no cualquiera. Vamos a ponernos... creativos.
Se dividieron por los pasillos. Tenzin acabó frente a un estante lleno de colores, sabores y nombres sospechosos.
—“Chocolate caliente”, “menta salvaje”, “ultra-delgado”, “con textura alienígena”... ¿qué d