Amor en Seattle
Amor en Seattle
Por: Gabriela Jaramillo
1- LA ENTREVISTA

 1 de SEPTIEMBRE 2019. Seattle. 

MANSIÓN DEL ALEMÁN. (PRIMER DÍA, LA ENTREVISTA)

Entre mis muchas, pero muchas desventuras y decepciones en la búsqueda de un buen trabajo sentía que al fin cambiaba mi suerte, aunque eso sí, jamás me esperé o me imaginé que mi entrevista se realizaría en la casa del mismísimo dueño de la empresa en la que si dios (y ese tipo quieren) trabajaría muy feliz. El contacto que me llamó me dijo que el señor tenía tanta flojera de salir que había decidido que por primera vez realizaría una entrevista en su hogar, cualquiera en mi lugar se sentiría halagada y súper nerviosa.

Sentía el estómago demasiado débil, como si quisiera devolver todo lo que comí antes de venir para acá. Apenas entré a esa casa, no, no es una casa, esto es una gran mansión que parece un palacio. Creo que la alfombra vale más que todo lo que hay en mi departamento. Mi mandíbula no podía abrirse más y caer al suelo, porque no era una caricatura, estaba en la vida real.

—Si así es la casa… ¿cómo será realmente el dueño? —miraba a mi alrededor sintiéndome bastante intimidada entre tanto lujo. 

—Señorita. —Me sobresalté cuando el mayordomo salió de la nada —Siga por aquí señorita, el señor la está esperando.

—Está bien —Dios, me siento una pordiosera entre tanto lujo. Lo seguí en silencio— ¿Y el señor…?

—El señor la espera en su despacho. 

—Oh. —“Es un hombre serio, me está esperando en su despacho”-pensé con una sonrisa.  

 “A ver, tranquila mujer es tu quinta entrevista de trabajo. Ten fe, la quinta será la vencida, ¡Yo puedo! venezolana que no es arrecha, no es venezolana”. 

El mayordomo me guio hasta una gran puerta de madera y luego se fue, tomé como mil respiros antes de armarme del valor necesario y golpear la puerta con timidez. No podía tocar como lo hacía en mi casa que armaba el propio escándalo si se tardaban en abrirme la puerta más de cinco minutos.

—Adelante —dijo bien alto, una voz ronca. Entre abrí y asomé mi cabeza. —Cierre la puerta, por favor. 

Terminé de entrar cerrando la puerta a mi espalda. Veo el espaldar del sillón y cierto rastro de cabello, coño el espaldar del sillón es gigantesco y aun así veo pequeño rastro de su cabello, entonces este hombre es casi una jirafa andante. Le hecho una mirada rápida al despacho, era más grande que mi departamento, con estantes llenos de libros que daban el aspecto de una biblioteca.

—Buenas tardes señor… —volteó y creo que en cuanto lo vi mi garganta se secó. Con el silencio de cementerio que había en la habitación, él de seguro escuchó como me tragué mi propia saliva. 

Nadie me advirtió que mi jefe era un adonis recién salido del Olimpo.

—Siéntate por favor, señorita Jaimes. —Salí de mi ensoñación cuando volvió abrir la boca y debía decir que esos labios súper besables no se podían pasar desapercibidos. 

“Ya empezamos bien. No es un viejo”.-Ese dato ahora esta anotado, aclarado y súper guardado en mi memoria.

—¡Si, señor! —Este hombre podría hasta hacer mojar las bragas de una vieja de sesenta años, ese cabello azabache, unos ojos bellísimos de un color entre azul y verde, el cuerpo esbelto y en forma. Me provocaba echarme aire de manera exagerada con la carpeta que traía en mi mano —Aquí tiene mi currículo.

Le extendí la carpeta y él la tomó, me removí un poco para calmarme. Cálmate mujer o él te vera como una loca. Abrió la carpeta y miro mi currículo, otra vez ese silencio sepulcral. Aquí solo hacía falta la incómoda musiquita de un grillo para completar el ambiente. Después de lo que me pareció un año él me miró. 

—¿Y usted que otras habilidades tiene? —preguntó dejándome con la mente en blanco. 

¿Otras habilidades que posea? Humm... ¿Comer y dormir cuentan?

—¡Se hablar inglés fluidamente! —dije rápidamente, él no hizo ningún gesto. Dios de lo frio que era este hombre, hasta me daban ganas de ponerme un suéter pero bien acolchado. 

—¿Qué más ofrecería a la empresa? —“A usted le ofrecería lo que quiera.” — ¿Señorita?

—¡Si! —volví a la realidad de golpe. 

“¡Concéntrate mujer! Tienes que pasar esta entrevista”. 

—Su currículo está parcialmente muy completo, pero nunca había trabajado en una empresa. ¿Por qué debería contratarla en la mía?

—¡Pondré todo mi esfuerzo en el trabajo señor, no tendrá quejas de mí! —me miró con una ceja levantada, no podía estar más nerviosa. 

¿Este sería un buen momento para decirle que no tengo ni puta idea de qué coño hacen en su empresa? Sé que no es droga, todo es legal, pero no tengo ni idea de qué es lo que venden. Solo me avisaron que la paga era buena y el trabajo sencillo.

—De acuerdo. —habló por fin — Le concederé el beneficio de la duda. La aceptaré como mi secretaria y le advierto señorita que soy muy exigente con las personas que trabajan conmigo —sonreí feliz.

“¿Tan rápido me contrató? Creo que no duro ni cinco minutos la entrevista, ¡Nojoda, lo logré!”

—Oh, muchas gracias señor, no se arrepentirá —Él tomó la pluma en su escritorio y escribió con una caligrafía hermosa y casi de doctor, porque no se entendía nada y anotaba un número de teléfono. 

—Aquí tiene mi número, guárdelo. Le advierto que no me gustan las distracciones en el trabajo por lo que no permito a mis empleados que lleven sus teléfonos. —tomé la tarjeta con una sonrisa más falsa. “pero este wuevon, ¿acaso quería robots como personal? ¿Y para que me entrega su número si no puedo llevar mi teléfono?” —La llamaré en unas horas para avisarle si sigue en pie el puesto para usted, aun estaré reconsiderando si hacerla de verdad mi secretaria.

“¡Hijo de tu grandísima…!”-mi sonrisa de seguro debió haberse borrado de manera espectacular ante esas palabras. 

—Oh… está bien. No estaré esperando esa llamada —dije conteniendo los mil y un insultos que venían a mi mente pero no podía decir en frente de él.

—Si no la llamo es porque el puesto sigue siendo suyo. Ya puede retirarse. —“menos mal que me lo dijo porque siendo yo me quedo ahí observando su hermoso perfil”.

—De acuerdo —cuando me levanto me doy cuenta del pequeño detalle. ¿En dónde coño queda la sede de su empresa? —Señor, disculpe si lo molesto pero… le tengo una pregunta.

—Dígame señorita. —dijo exasperado.

—Bueno… ¿En dónde queda su sede? Vera es que soy nueva aquí en la ciudad y… —si ya cabe mi propia tumba, solo había que verle la cara para saber que fue el peor momento para preguntarle eso. 

—No puedo creer esto. —Dijo visiblemente molesto —Yo la pasaré buscando señorita, a eso de las siete y media. 

—Oh... que bien —no dije nada más y salí casi tropezándome con la puerta. 

Cuando estuve fuera de su despacho, pude respirar tranquila. Miré hacia los lados, okey. No hay ningún sirviente a la vista, no hay cámaras (o tal vez sí) pero no me importó y comencé  a bailar y celebrar como estúpida. 

“Ese trabajo ya es mío, nojoda. Es que yo lo dije, ¡La quinta es la vencida!”-Miré la tarjeta en la que había escrito su nombre. 

Lyon Zimmerman.

—Es buen nombre. Lyon con un apellido que ahorita se me hace muy complicado de pronunciar. 

ݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜ

Vivía en un edificio residencial junto con unas dos compañeras que como yo, también eran venezolanas que habían decido venir a buscarse un futuro en Seattle. Llegué al departamento,  y apenas entré vi a tres de mis amigas muy de lo relajadas en la salita, viendo una película. 

Alex y Narelys vivían aquí en el departamento conmigo, mientras que Elaine vivía en una casa con su novio Joshua, por lo cual se me hacía extraño pero también muy feliz encontrarla aquí con las otras.

Entré cerrando la puerta de manera estruendosa para llamar su atención.

—¡¿Pero qué te pasa estúpida!? —Preguntó Alex frunciendo su ceño —No tires la puerta así, que si la dañas es un cargo extra para cuando toque pagar la renta. 

—Me dieron el trabajo. —anuncie.

—Eso es bueno —dijo Narelys.

—Y mi jefe es un papacito. 

—¡Eso es aún mejor! —Respondieron al unísono mis tres amigas —¡Cuéntanos todo ahora!

Sonreí y me fui a sentar en el mueble para estar más cómoda y contarle con lujos de detalle, como había sido mi entrevista. 

—Es que mi jefe es como... él es como un pedazo de pastel de chocolate amargo, sabes que es delicioso, agridulce y quieres hincarle tanto el diente que no te importa si sabe amargo.

—Ya me lo imagino. —Elaine levantó sus cejas de manera graciosa. 

—¡Y mañana vendrá a buscarme! ¡Estoy tan emocionada!

—Chama contrólate.—dijo Alex riéndose.

—Si tú lo hubieras visto te juro que estarías igual o peor que yo. Así que mejor me voy preparando para dormir, ¡Mañana es el gran día! —grité llena de felicidad

—¡Pero espera, danos más detalles! —me exigió Elaine  y corrí a mi cuarto como una niña enamorada de su crush. 

Ahora era más que consiente que dentro de mi habitación todo era muy sencillo, si, definitivamente el despacho del señor Zimmerman era del tamaño completo de todo el departamento. 

—¡Mañana será un gran día! —dije mientras me ponía ropa para dormir y me decidía en que usar. 

Bueno creo que un vestido negro entallado no será lo más propio para ir a trabajar, aunque eso sí, se me hacía muy tentadora la idea de putearle con disimulo al delicioso bombón de chocolate amargo que era mi nuevo jefe. ¡Pero debía ser profesional! pantalones ajustados de tiro alto, blusa blanca entallada y un buen saco que parecía de abogada con plata y lo que completaba el atuendo eran mis botas con tacón de plataforma. 

—¡Estaré divina para mañana! 

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo