CAPÍTULO 9. LOS PEORES DÍAS
Al despertar, lo primero que llegó a sus fosas nasales, fue el aroma a desinfectante, eso la hizo recordar que se encontraba en el hospital, giró su rostro buscando a su hija, y frunció el ceño al darse cuenta, que el otro extremo de la pequeña cama estaba vacío.

Su corazón retumbó con fuerza, estuvo a punto de quitarse la venoclisis, que tenía sobre su brazo, hasta que se dio cuenta que se encontraba en uno de los sillones, acompañada de Guillemo. Regresó su cabeza, sobre la almohada y por unos instantes se dedicó a observarlos interactuar, ladeó los labios esbozando una pequeña sonrisa, al ver que aquella persona de la que no sabía nada, le ayudaba a comer a su hija.

— ¿Quieres pan? —le preguntó a la pequeña, acercándole la charola con un par de piezas para que ella eligiera.

—Sí ¿y tú? —respondió ella y lo tomó con su pequeña manita.

—No, yo no, gracias —contestó susurrando para no despertar a Isabella. Tomó el vaso de café que tenía y dio un sorbo.

— ¡Salud! —María alzó su vas
Xinova Escritora

Uff que terrible castigarte a ti mism@ comparándote con otro, en lugar de valorarte a ti mismo. ¿Qué necesitara Isabella para poderse perdonar?

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