Juliana no le temía en absoluto, incluso cuando él la amenazaba, simplemente parpadeaba inocentemente.
Al verla así, Diego mostraba una expresión de resignación.
Permaneció en su lugar, esperándola, y le preguntó: —¿Por qué te quedas ahí parada? ¿Vas a volver o no?
La luz de la luna se filtraba a tr