Capítulo # 7

En sala de espera.

Lucia se acercó a su amiga.

—Ysabelle.

Ysabelle al verla, la abrazó.

—¿Estás bien?

—Sí, tengo que ir para el restaurante a decirle a Arnaldo que estaré ausente por unos días —le comentó con una leve sonrisa.

—¿Estás muy mal? —le preguntó asustada.

—No mucho, primero tenemos que ir para la farmacia.

—Está bien, señora —dijo Ysabelle sonriendo.

.

.

Treinta minutos después.

En el restaurante Rossi.

Arnaldo dándole besos a Fania en los cachetes.

—Estás hermosa.

—Te quiero, tío.

—Yo también, preciosa.

—Quiero pastel de chocolate —habló Stefania mirando a su amiga Uma.

—El último pedazo, se lo comió Tiziano —contestó Uma.

—Qué mal —dijo Stefania triste.

—Yo quiero un pudín —habló Fania emocionada.

—A su orden —Stefano se alejó para buscar el pedido de la pequeña.

Uma sentándose.

—Estoy realmente cansada.

—Pronto será de mediodía y no sabemos nada de Lucia —habló Arnaldo. 

—A lo mejor se enfermó —comentó Christopher mirándolos.

—Ojalá que no —dijo Stefania angustiada.

Ysabelle y Lucia entraron al restaurante.

—Hola —dijo Ysabelle sonriendo.

—Hola —saludo Lucia.

—Nosotras estamos preocupadas por Lucia y estabas con Ysabelle —habló Roberta suspirando de alivio.

—Para tu información estamos trotando y cuando de repente a Lucia le dio un taque. ¡Se desmayó y todo, tuve que salir corriendo para llevarla al hospital! ¡Los médicos dijeron que tiene que estar mínimo dos meses en cama y que no puede tener nada de alteraciones! —comentó Ysabelle alterada.

Todos estaban preocupados.

—¡Lucia estás bien!

Lucia sonrió.

—Ysabelle todo lo exagera —aclaró sentándose al lado de Roberta.

Stefania estaba preocupada.

—Estás pálida.

—Estamos haciendo deporte y me dio un ataque de asma. Ysabelle me llevó al hospital y me colocaron reposo por unos días, y verme con un especialista. Arnaldo vine para que sepas que no vendré al trabajo —aclaró ella mirándolo.

—Toma el tiempo que sea necesario, primero es tu salud —habló Arnaldo, preocupado. 

—Gracias, Arnaldo.

—Lucia, te voy a extrañar —dijo Uma triste.

—Yo también —afirmó ella.

Fania cayéndole encima.

—Tía, ¿podemos jugar?

—Claro que sí —dijo Lucia sonriendo.

—Lucia no puedes —habló Roberta mirándola con seriedad.

—Muchas maneras de jugar, ¿verdad Fania? —dijo Lucia alegremente. 

—¡Sí!

—Lucia, ¿cómo te fue con la cita de ayer? —le preguntó curiosa Stefania.

—Sí, cuenta —dijo Uma emocionada.

—No hubo cita —comentó Lucia con seriedad. 

—¿Y por qué? —le preguntó Ysabelle asombrada.

—Es un cuento largo y la verdad no quiero hablar —dijo cansada.

—Es mejor que estés tranquila —Stefania le aconsejó.

—Tienes que cuidarte del asma, es muy peligroso —habló Christopher.

—El médico me lo dijo —explicó ella mirándolo.

Ysabelle sentándose al lado de Christopher.

—Oye Stefano, tráeme un jugo de naranja y un sándwich.

—Está bien —dijo él anotando el pedido.

—A mí un jugo de manzana —pidió Lucia mirándolo.

—Está bien —dijo Stefano dirigiéndose a la cocina.

—Tengo hambre, Lucia tú tampoco no has desayunado y te piensas tomar un jugo —dijo Ysabelle regañándola.

—Es que el pan es malo para las personas que sufren de asma —le informó.

—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Roberta atónita.

—Busqué un poco de información por mi celular, por lo que pude investigar tengo que tener una dieta balanceada.

—Te vas a desaparecer —expresó Ysabelle exagerando.

Lucia estaba riéndose.

—Tranquila, trataré de mantener mi peso intacto —respondió con suavidad.

—Yo quiero botar unos kilitos —aclaró Uma entusiasmada.

Stefano se acercó con el pedido.

—Tomen su pedido.

Lucia y Ysabelle estaban sonriendo.

—Gracias.

—Stefano, tu novia quiere botar unos kilitos —le informó Tiziano de chismoso.

Stefano se sentó.

—Amor, así estás hermosa.

—Stefano, tiene razón —afirmó Lucia tomando un poco de jugo.

—Está bien —dijo ella resignada.

—Está hermana mía —habló Arnaldo serio.

—Lucia, ¿vas a llamar a tus padres para decirle esto? —le preguntó Roberta.

Ysabelle sacando celular de sus pechos.

—Toma.

—¡Ysabelle! —soltó Stefania asombrada.

—Es una manera de protegerlo de que te lo roben —comentó ella riéndose.

—Cada día me sorprendo contigo —confesó Christopher perplejo.

—Gracias, pero están muy lejos para que me puedan atender —dijo Lucia con suavidad.

—Tranquila, tiene limitación hasta todo el mundo —aclaró Ysabelle.

—Lucia, siempre que hablamos de tus padres dices que no te pueden atender o deben de estar ocupados —comentó Roberta regañándola.

—Es verdad Lucia, siempre tienes un misterio con tus papás —habló Stefania seria

—No es un misterio, solo que… —dijo Lucia sin saber que decirles. 

—Los papis de tía Lucia están en el cielo, ¿verdad tía? —habló Fania mirándola.

—¡Eh! —exclamaron todos.

—Oye Fania, no guardas secretos —dijo Lucia sonriendo.

Ysabelle estaba sorprendida.

—Lucia eres…

—Por favor no lo digas, es difícil para mí asimilar esto —le pidió con tristeza.

—¿Cuándo pasó? —preguntó Ysabelle atónita.

—Mucho antes de que nos conociéramos, cuando solo tenía diez años. Lo recuerdo como sí hubiera sido ayer, mis padres estaban cumpliendo quince años de casados, mis padres habían tenido problemas para tenerme. En uno de esos tratamientos mi madre quedó embarazada de mí, te puedes imaginar lo consentida que me tenían, mi madre hacía unos pasteles deliciosos y cuando tenía cinco años de edad. Mi madre todas las tardes en una hora específica, me decía que era la hora de la magia para comer pasteles o galletas. Era muy divertido todo —contó Lucia y sin poder evitarlo comenzó a llorar.

—Lucia, sí te duele tanto no lo digas —dijo Ysabelle aguantándose las ganas de llorar también.

—Son muchos años guardándolo, por favor. Déjeme hablar —le pidió ella. 

—Sigue —dijo Roberta mirándola con tristeza.

—Cuando cumplí los siete años, mis padres no estaban en casa y comencé hacer galletas como siempre veía a mi madre hacerlo quería hacerles un regalo. Las cosas se me complicaron y las galletas se quemaron. Cuando llegaron mis padres pensé que me iban a regañar o a pegar.

—¿Qué pasó? —preguntó Stefania.

Lucia sonrió.

—Mi padre me alzó y dijo: mi princesa será una repostera y chef.

—Qué divino —dijo Uma encantada.

Lucia sonrió y limpiándose las lágrimas.

—No me podía quejar, era una niña realmente feliz. Cuando llegó el día de su aniversario, me emocioné más que ellos, estaba feliz porque mis padres siempre me decían que era un regalo del cielo por tenerme. Yo emocionada, les hice unas galletas y les dije que se fueran —dijo recordando aquel momento.

—¿Y para dónde iban? —preguntó Ysabelle.

—Para Turquía —contestó Lucia con tranquilidad.

—Entonces —habló Stefania.

—Mi padre era hijo único de una familia multimillonaria y mi madre era una simple chef, se conocieron en un restaurante. A mi padre le encantó la comida de mi madre y quería felicitar al chef. Y cuando conoció a mi madre, se enamoraron perdidamente y se casaron. Mis abuelos habían muerto en un accidente y mi padre estaba solo en este mundo. Los padres de mi madre también murieron cuando estaba pequeña y no tenían hermanos. Ellos estaban solos y su única familia era yo. Ese día les pedí que se fueran de viaje, mientras yo me quedaría con una niñera que me cuidaba, y ellos antes de irse me dijeron que me amaban y que me cuidaran, yo solo les sonría —continuó dolida.

—¿Y cómo fue el accidente? —preguntó esta vez Christopher.

—El avión sufrió una avería y se estrelló, tuvieron dos meses buscándolos. Algunos sobrevivieron, pero mis padres murieron. A los pocos días la niñera me explicó todo y me dijo que habían encontrado el cuerpo de mis padres. En el velorio solo estamos la niñera y yo. Mis padres me dejaron todo su dinero a mí, a los pocos días llegó una señora del estado para llevarme a una casa hogar —les informó.

—No me digas —dijo Stefania, alarmada.

—No, cuando ella llegó, le dije; que los únicos que podían decidir serían mis padres y como ya no estaban, era yo la única que decidía por mi vida —continuó con serenidad.

—¿Y qué pasó? —preguntó Ysabelle alarmada.

—La niñera que me cuidaba me dijo; que llamara a un abogado; el abogado me ayudó muchísimo.

—Lucia eras una niña —habló Roberta asombrada.

—Sí, pero tuve que demostrar que no era una niña mimada. Tuve en karate y soy cinta negra, estuve en escuelas públicas para que no sospecharan que tenía dinero. Mi casa quedó al cuidado del estado, ya que tuve que comprar un departamento pequeño. Allí donde vivo y en las escuelas decían que tenía beca para cubrirme —les explicó.

—Porque no nos dijiste —dijo Stefania reprochándole.

—Es que muy difícil para mí hablar de esto —aclaró Lucia llena de dolor.

—Te entiendo Lucia —dijo Ysabelle abrazándola.

—Ysabelle, no me digas que Derek y Ysabell no son tus padres —habló Roberta alterada

—Claro que sí —afirmó ella. 

—Lucia, tengo una duda —dijo Stefania mirándola.

—¿Cuál? —preguntó Lucia.

—¿Y tú dinero?

—Está bien guardado y la empresa de mi padre ha crecido mucho con ayuda de Dante —dijo Lucia sonriendo.

—¿Qué tiene que ver Dante en todo esto? —le preguntó ella desconcertada.

Lucia estaba sonriendo.

—Dante es el jefe de empresa, hasta que me casé.

—Dante trabaja para una empresa muy importarte —recordó Stefania.

—Sí, la empresa delicias —afirmó Lucia alegre.

—Sí —dijo Stefania asombrada.

—Esa empresa era de mi padre —le reveló ella. 

—Esa empresa es multimillonaria —habló Uma alarmada.

—Sí.

—Entonces, Lucia eres multimillonaria —dijo Stefania sin salir de su asombró.

Lucia estaba apenada.

—Sí.

—¿Por qué trabajas? —le preguntó Roberta.

—Porque mis padres me enseñaron que uno tiene que ganarse el pan cada día y ese trabajo era de mis padres y yo quiero ganarme el dinero por mí propio esfuerzo —explicó Lucia.

—Lucia, que envidia —dijo Ysabelle.

—¿Y Dante cómo lo supo? —le preguntó Stefania.

—En una reunión que tuve —explicó con suavidad.

—Lucia, ahora en adelante no puedo verte como antes —expresó Uma alarmada.

—Claro que sí, no cambien conmigo por mi origen —le pidió Lucia divertida.

—Lucia parece, que eres un misterio —habló Arnaldo sorprendido.

—Ya no, ese era mi único secreto —confesó ella con sinceridad.

—¿Y tú casa cómo es? —le preguntó curiosa Ysabelle.

—Muchos años que no voy —explicó Lucia con tristeza.

—¿Por qué? —le preguntó Christopher.

—Mi casa es muy grande para mi solita.

—Tía, me puedes llevar para allá cuando quieras —dijo Fania emocionada.

—Tienes que esperar que tía Lucia se casé con alguien —habló Lucia risueña.

—Falta mucho —soltó Fania cruzando los brazos.

Todos estallaron de la risa por la ocurrencia de la pequeña.

Lucia dándole un beso en la mejilla.

—Hermosa, te amo.

—Yo también.

—Tengo hambre —sé queja Ysabelle.

—Come para que me acompañes a mi casa —dijo Lucia mirándola.

—Lucia ven para la casa, allí estarás mejor —sé ofreció Stefania.

—O a la mía —habló Roberta mirándola.

—No chicas, Ysabelle se quedará conmigo —dijo Lucia mirándola.

Ysabelle estaba tosiendo.

—Eh, pero.

—Verdad que sí —insistiendo Lucia.

—Está bien —habló Ysabelle sin ánimos.

Lucia sabía que su amiga la cuidaría y estaría al pendiente de ella. Podía quejarse, pero nunca la abandonaba.

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