En la casa Monti.
Lucía se encontraba descansando; se acostó porque se sentía un poco mal, tenía que cuidarse. Últimamente no lo estaba haciendo como se debía; tenía que hacerlo sí, su bebé dependió de ella, solamente de ella.
Arnaldo entrando a la habitación.
—Hola, ¿cómo te sientes?
Lucía estaba mirándolo.
—Mejor, gracias por preguntar.
—No tienes que darme las gracias, tú y mi hijo son lo más importante que tengo —le aclaró él.
Lucía sonrió.
—Está bien.
Arnaldo se dirigió a donde se encontraba.
—Uma está en el jardín —le dijo sonriendo—. Stefano es muy insistente —comentó sentándose en la cama.
—Vaya que sí lo es —dijo tratando de sonreír.
Arnaldo estaba preocupado.
—Es mejor que llamemos a Roberta, no me gusta cómo te veo.
Lucía suspiró.
—Solo es un pequeño dolor en la espalda, no es nada malo.
—Voy a llamar a Roberta —dijo él sacando su celular.
—No —dijo quitándole el celular—. Estoy bien.
Arnaldo estaba serio.
—No lo estás, no quiero discutir —dijo quitándole el teléfono.
—Está