Harrison encontró en el escenario del crimen varias huellas de algún sujeto que no correspondían a Yakimov. De eso ella estaba segura. Les tomó fotos con su móvil y luego siguió rebuscando entre los desechos que atiborraban la azotea.
-Bradley-, dijo al fin ella, puesta de cuclillas en un rincón donde habían varias cajas amontonadas, también tablas, bolsas en desuso y restos de papel amarillento, carcomidos y mucho polvo. Su adjunto dio un brinco. -¿Qué encontró teniente?-, abanicó Bradley sus ojos, muy interesado.
Harrison tomó con cuidado algo entre sus dedos recubiertos con los guantes quirúrgicos. -Ya sabemos qué quería ese tipo-, le mostró ella su hallazgo a Bradley, estirando una risita larga y coqueta. El agente estaba boquiabierto y perplejo, anonadado en realidad.
-Era un cazador, un cazador de hombres lobos-, suspiró ella.
En sus manos sostenía las balas de plata que rodaron por el suelo.
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-¿Por qué apuntaba a "El Fisgón"?-, arrugó su boca el capitán T