Yakimov tenía el dedo listo para accionar el gatillo y la mirada fijada en el lente telescópico, sin perder detalle de nada. ¡¡¡No podía fallar!!! El blanco era fácil además. Sin embargo, pop la tensión que lo agobiaba, el cazador pateó su caja de balas y varios de los proyectiles rodaron, perdiéndose en las esquinas de aquella azotea que se alzaba frente al estacionamiento de "El Fisgón".
-Es de mala educación espiar a la gente-, escuchó entonces Yakimov una voz atronando detrás de su espalda. El cazador vio una sombra enorme coloreándose en el piso, también escuchó solidos intensos, un jadeo tenebroso y además el eco de las babas poblando la boca de aquel dibujo efluvio que aparecía de la nada, encima de él. Pasmado, con el rabillo del ojo intentó fijare en lo que había atrás suyo y se encontró con la imagen de una enorme criatura, que soplaba humo del hocico, con los colmillos afilados, inflando el pecho iracundo y la mirada amarillenta, incendiada, quemándose de furia, ira